No es agradable mover el bolígrafo acentuando acciones negativas, es alejado de nuestro sentir, amamos afirmar la bondad fundamental del mundo o que el conjunto de bien supere al del mal. Pero, donde están las acciones bellas, las soluciones de tantos males que agobian. La fe mantiene ver facetas positivas.
Tenemos años tras años caminando en senderos tortuosos de peculados y declaraciones juradas repletas de millones de pesos propiedad de personas que su vivir es la política. Gran negocio de invertir mentiras, moral hipócrita y obtener riquezas secando el erario público, protegidos por la diosa impunidad. Mojan el pan con la sangre, lágrimas y miseria de sus hermanos dominicanos.
La campaña política nos indica que no tenemos personas místicas. No se preocupan por lo social, solo se acercan cuando necesitan el voto. Hay sus excepciones.
El sacerdote Zezinho es claro: “La buena política es el arte de cultivar la esperanza del pueblo y organizarlo, sin mentirle sobre las dificultades de la nación”. “La mala política es el arte de mentir siempre y jugar de Dios de cuando en cuando”.
Los politicastros tienen un acuerdo tácito en armonía con Trasibulo: Que nadie puede ser acusado ni castigado por sus hechos pretéritos, Ley verdaderamente política, que se llamó “Del olvido”. Ley ejemplar de verdadero sentido jurídico aplicado a la política; reguladora de las amnistías, cuya interpretación no deja lugar a duda.
El dominicano añora un cambio al ver que no se hace nada bueno en política, de seguros se sufren los daños que hacen. El mal de la corrupción no acepta la moral administrativa, la ignora, están sumando lo que planearon en la campaña: Comer el sabroso pastel del erario público.
En las singladuras por el mar de los Taínos comprendí que eran gotas unidas en firme cohesión y cooperación total. La misma ley de la creación es aplicable a los humanos y un cambio con tenacidad es imponerse algo a sí mismo y lograr convencer a los demás para que acepten espontáneamente por conveniente y necesario para el bien común la visión: moral, ética y honestidad.
Hoy los invito a unirnos a los discípulos de Pitágoras, quien les recomendaba: tratar unos con otros de manera que no hagamos enemigos a nuestros amigos y si convirtamos en amigos a nuestros enemigos. Socorrer a la ley y convertir la ilegalidad. En la irritación no hacer nada ni decir nada. No agitar la furia y el exaltado rencor de los poderosos. No pasar por encima de lo equitativo y justo. Preguntarse al regresar a su casa. Donde me he equivocado. Que hice. Que deber dejé incumplido.
El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.