Prevención y fumigación únicas armas efectivas contra el contagio del dengue

Bangkok.- El carrito de Wasana Chumsuri se distingue a los lejos gracias al rojo intenso de los rambutanes que vende en la calle y que contrasta con el ocre de la pared en la que se percibe claramente, a metro y medio del suelo, el rastro del agua turbia que anegó barrios enteros de Bangkok el año pasado.
 
Los rambutanes, una fruta dulce y tierna parecida a los lichis, tienen una corteza dura y filosa, una suerte para Chumsuri, que se limita a apartarse unos metros cuando pasa el camión del ministerio de Sanidad cargado en su capó con un ventilador gigante que rocía productos químicos para matar mosquitos.
 
A falta de vacuna contra el dengue y de tratamiento para curarlo, la única arma efectiva contra este mal, endémico en el barrio de Saiman de Bangkok donde viven unas 12.000 personas, es prevenir el contagio, algo que se logra con conocimiento, constancia y fumigación.
 
Vestidos con botas de goma, trajes y gafas protectores, así como mascarillas, la brigada de fumigadores rocía con productos químicos mezclados con gasolina todos los rincones y pequeños recipientes donde podría haber agua estancada: lugares escogidos por los mosquitos hembra para depositar sus larvas.
 
«Usamos gasolina porque la mezcla debe estar a 1.000 grados Celsius, si usáramos agua, se evaporaría», explica Piti Mingmakarang, entomólogo y responsable del ministerio de Salud de la lucha contra el mosquito Aedes aegypti, vector transmisor del virus del dengue.
 
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el dengue es una enfermedad endémica en 100 países del mundo, incluyendo la casi totalidad de las naciones de América Latina y el sudeste asiático; entre 50 y 100 millones de personas contraen la enfermedad anualmente; 500.000 de ellas padecen la versión más grave, conocida como hemorrágica; y unas 22.000 mueren.
 
El mosquito es urbano y pica de día, un factor que lo convierte de cierta forma en más peligroso que el que transmite la malaria, que pica de noche.
 
Es la hembra la que pica y la que transmite el virus a sus larvas, y es esencial evitar su propagación, sobre todo en lugares como América Latina donde ha habido un incremento exponencial de la presencia del vector y de la incidencia de la enfermedad en los últimos años.
 
En Tailandia, las fumigaciones comienzan en la estación de las lluvias, entre mayo y junio, que es cuando las campañas de concienciación se intensifican.
 
«Yo no tengo ningún recipiente con agua estancada, ninguna maceta en el recinto de mi casa, ni ningún agujero oscuro donde pueda haber mosquitos», afirma orgullosa Anong Thongman, rodeada de los champús, cremas y tratamientos que utiliza en su improvisada peluquería montada en los nueves metros cuadrados del patio de entrada a su casa.
 
El cuidado de Thongman y las fumigaciones intensas son necesarios y eficaces sólo en parte, dado que su hogar se encuentra a unos 30 metros de un riachuelo de aguas putrefactas, nido de infecciones y de mosquitos.
 
La imagen contrasta con el acogedor y reluciente parvulario del barrio, donde los agentes fumigadores esparcen productos químicos anti-larvas en los macetones llenos de nenúfares flotantes que decoran el patio donde los niños bajan por el tobogán y se balancean en los columpios.
 
Aquí sorprende la falta de mosquiteras en las puertas y ventanas del edificio.
 
«Quedaron, como el resto del mobiliario, totalmente destrozadas en la inundación. Estamos esperando que nos envíen más desde el ministerio, las paredes están perfectas porque acaban de pintar», explica una de las profesoras, Waranuch Siripattananun.
 
Chidchanok Penglin, de 12 años, escapó a las inundaciones que afectaron a 6 millones de compatriotas, pero fue una de los 40.000 tailandeses que en 2011 no pudieron evitar el Aedes aegypti.
 
Pasó tres días con 40 de fiebre y sus plaquetas bajaron en una sola jornada de 100.000 a 10.000, por lo que tuvo que ser hospitalizada para evitar un shock o una hemorragia interna.
 
«Chidchanok tuvo suerte porque reaccionó bien a un tratamiento que es preventivo al no existir un medicamento para luchar contra el dengue», asevera Watcharee Chokejindachai, subdirectora del departamento de Enfermedades Tropicales del Hospital Universitario.
 
Chokejindachai no esconde su impaciencia por conocer, en el cuarto trimestre de este año, los resultados de los ensayos clínicos de la vacuna contra el dengue que la farmacéutica francesa Sanofi Pasteur ha desarrollado y testado en 4.500 personas de la región de Ratchaburi, al oeste de Bangkok.
 
De ser positivos, y previa autorización, la vacuna, la primera contra la segunda enfermedad tropical más extendida en el mundo, podría comercializarse e inocularse en los primeros pacientes en 2014.

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