La Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la cumbre Río+20 concluyó con la adopción de un documento en el que cerca de 190 países impulsan los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y la economía verde en el contexto de la lucha contra la pobreza; pero, con mucha inconformidad por parte de la mayoría de los mandatarios participantes en el cónclave internacional.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, paradójicamente, también dejó como legado poco ecológico unas 60 toneladas de basura, cifra que incluye los desperdicios recogidos en la última semana en el centro de convenciones Riocentro.
El documento adoptado por los mandatarios, titulado «El futuro que queremos», es producto de meses de negociación, que sin embargo ha dejado insatisfacción, principalmente en las ONG que representan el amplio espectro de la sociedad civil.
Según la ONU, la Cumbre Río+20 fue la mayor Conferencia que ha promovido hasta ahora en número de participantes, ya que en los cerca de 500 eventos oficiales del encuentro estuvieron presentes 45.381 personas, incluyendo unos 12.000 delegados de 188 países, 4.075 periodistas y representantes de 9.856 ONG.
La llamada Cumbre de la Tierra estaba obligada a tratar los temas del calentamiento global y la industrialización que tanto daño hace al ecosistema mundial; además, que se pusiera fin a los subsidios de los combustibles fósiles, que ha sido una petición de más de un millón de personas.
Hay que tener en cuenta que la adopción de una política pública seria, según estudios, podría trasladar un billón de dólares, concedido a los grandes contaminadores, para ser reinvertidos en energías renovables; pero, el poco caso hecho a estos reclamos da a entender que nunca el mundo será sostenible, al menos en estos temas.