La fiesta es comprender que Dios nos trae a este tránsito para contemplarlo e interpretar de manera conveniente y ordenada toda la creación en su regulación divina.
Vivir de acuerdo con la naturaleza se puede hacer de esta actividad de pasante una alegre sinfonía de colores. De lo contrario, sería una elegía lastimera.
Mi vida ha sido una sinfonía de cuatro movimientos, cada uno completo, como parte de una obra que ha llegado a la ondación y gracias a Dios.
El primer movimiento fue alegre, de rapidez y vigoroso. El segundo fue un poco lento y risueño. El tercero bien alegre, coqueteador y el cuarto de seriedad, formación de carácter, diríamos la madurez. Nadie sabe si su sinfonía la tocará completa, yo he tenido la bendición.
La escena ha sido larga con distintos espectáculos tristes, dolorosos y alegres, unos por causas del actor y otros por los participantes que acompañan el pentagrama con buen ritmo y otros desafinados.
Así ha sido, he compuesto una música en mis veranos, otoños e inviernos, en sentido general alegre. Claro, como no tengo vena de un profético compositor, la música no es perfecta, sí la he vivido con alegría al amar en toda la partitura.
Seamos músicos, el español Séneca nos enseña a reflexionar sobre la brevedad de la vida para el baile en este mundo que es cada día sin menos compás de armonía, inseguridad de la inclinación y afición a la buena música de los que desentonan.
Vuelvo en coro, seamos músicos con alegría y entusiasmo, que los espectadores sientan y gocen nuestro sentir que entregamos para que el mundo sea una fiesta.
Alegre recibimos a Charles Chaplin: “todo lo que necesito para hacer una comedia es un parque, un policía y una chica guapa”.
Meditabundo: El mundo es una fiesta
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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