De ser personas pacíficas, amables, tolerantes, y solidarias con los demás, de buenas a primera parece que los dominicanos nos queremos convertir en un pueblo donde los demás hermanos del universo no quieran venir a visitarnos y ni siquiera saber quiénes somos, porque estamos en camino de convertirnos en uno de los países más violentos del mundo.
¿Qué está pasando? sucede que ahora todo el mundo quiere tener y hacer lo que el otro tiene y hace y se lo atribuimos a la globalización que ha traído de todo incluyendo mayor violencia, tanto de género, así como parricidios y violencia común sin cuento.
Soy una ciudadana preocupada, porque todos los días veo, oigo y leo lo que está ocurriendo en nuestra amada patria y me angustia el futuro, porque aquí es que quiero ver a mi familia crecer y desarrollarse para cuando tenga los nietos, que posean una vida plena, sin que uno tenga que estar en vilo todo el tiempo por lo que le pueda suceder, tanto a ellos como a uno mismo.
Hoy en día las personas todo lo quieren fácil sin el mínimo esfuerzo, y sucede que todo necesita de un tiempo, pienso que parte de eso tiene que ver con el analfabetismo, cuando las personas tienen el hábito de la lectura se informan mejor sobre lo que está pasando e instruyen a sus hijos acerca de los peligros que le acechan con conocimiento de causa.
Otro flagelo que nos arropa es la desunión familiar. Las familias de hoy no buscan un avenimiento para resolver los problemas del hogar. Hasta hace unas décadas tal vez se consultaba en cualquier momento al cura de la iglesia, quien siempre estaba pendiente de sus feligreses, de cómo iba la familia y cuando uno de sus miembros se percibía que estaba a punto de desviarse del camino bueno, el sacerdote amigo lo mandaba a buscar y le ofrecía consejos adecuados y por lo general esa persona respondía a esos sabios y sanos consejos; pero, hoy día no se qué está pasando con los ministros de las iglesias que parecen no estar jugando su rol en la sociedad.
Los medios de comunicación son el cuarto poder del estado y por ende tienen que jugar su papel en la formación de la familia y de la sociedad. Ellos deben contribuir difundiendo más programas educativos sobre las familias y menos violentos, pues violencia trae violencia y los medios de comunicación, ya sean periódicos, radio, televisión, o la Internet cuando publican noticias sensacionalistas están induciendo a la repetición o imitación de ese mal, porque hoy día eso es lo que se vende.
Por eso creemos que hay que volver a sacrificar un poco de los beneficios que obtienen unos pocos de todo eso para el bien de la sociedad, en la que todos aspiramos a vivir: libres de la violencia de todo género.
El Estado también tiene la obligación de proteger las familias, que es el primer activo con que cuenta una sociedad y no importa que haya que empezar desde cero, pero hay que hacerlo, dándole educación de primera, y tratando de ver de qué manera puede unirlas más, que los niños no estén en las calles expuestos al peligro que los acechan, que asistan a las escuelas y que luego encuentren en sus hogares el cariño, la atención y el cuidado que necesitan, pero para eso se necesitan familias estables tanto física como emocional y eso solo puede proporcionarlo un Estado que sepa que las familias necesitan, educación, un techos dignos y seguridad económica.
La autora es miembro de la Fundación Vida Sin Violencia.
