El comandante Delio Gómez Ochoa y Mayobanex Vargas son los únicos sobrevivientes de los expedicionarios del 14 de junio de 1959. Aquellos héroes dominicanos y de otros países hermanos, que llegaron por Maimón, Constanza y Estero Hondo con el objetivo de derrocar la dictadura encabezada por Rafael Leónidas Trujillo Molina.
Gómez Ochoa, admirado, querido y respetado por la sociedad dominicana, reside en un modesto apartamento en la zona Este de Santo Domingo, capital dominicana, en un ambiente de mucha vulnerabilidad delincuencial, sobre todo si se tiene en cuenta que a sus más de ocho décadas suma una historia de luchas revolucionarias, tanto en Cuba como en República Dominicana.
La mañana del sábado 23 de junio, Gómez Ochoa estuvo a punto de ser alcanzado por una bala procedente de una pistola calibre 9mm, que impactó en la mecedora donde estaba sentado como cada día, en el modesto apartamento que le entregó el presidente Leonel Fernández en su primer Gobierno, en el ensanche Isabelita, próximo al “Muro de la Vergüenza”, del Faro a Calón, Santo Domingo Este.
Hasta el momento los cuerpos investigativos de la Policía desconocen quién produjo el disparo, que pudo haber matado al combatiente, quien no considera que fuera una bala perdida, o un disparo fortuito, dado el recorrido de la bala.
El lamentable hecho pone a la luz las condiciones de vulnerabilidad (zona de alta incidencia delincuencial), en que habita quien luchó junto a otros héroes como Enrique Jiménez Moya y los tantos que dejaron sus vidas en centros de torturas como la 40, con el propósito de cambiar el destino de República Dominicana y alcanzar la democracia que hoy disfruta el país.
“Si me muero aquí, que me entierren aquí, junto a los demás compañeros”: expresó Gómez Ochoa al equipo de Domincanoshoy.com, que se trasladó a su vivienda a fin de conocer más detalles sobre lo ocurrido.
-Comandante Delio Gómez Ochoa, ¿se siente usted seguro en este lugar?
“Vivimos hace más de una década en este apartamento que nos entregó el presidente Fernández. Aquí los vecinos son muy solidarios, pero el problema es que todos los asuntos que yo tengo que ver están en el centro de la capital, como el Archivo General de la Nación, la Academia de la Historia, el Museo de la Resistencia, las fundaciones; además, yo tengo que asistir periódicamente a los médicos por mis problemas de asma y los huesos y todo queda lejos.
“Pero esto fue lo que nos dieron y lo aceptamos, porque pensamos mantenernos mientras yo viva, entre este país, que considero como una segunda patria y Cuba. Claro que sería preferible estar en la ciudad grande, como llamo a la capital”.
-¿Qué condiciones tiene para trasladarse en una ciudad donde el tránsito es tan difícil?
“Yo no manejo bien ya. Tengo un automóvil donado por la Dirección de Aduanas, en la figura del ya fallecido, el amigo, Miguel Cocco. Pero, no podemos movernos mucho por mis condiciones”.
-A partir de su participación en la Revolución Cubana y en las Expediciones del 14 de junio en República Dominicana, ¿considera que esa bala que penetró en su casa fue un hecho fortuito o un atentado contra su vida?
“Tiene un recorrido que no justifica lo fortuito, porque esa bala entró a una altura de un metro y medio, con obstáculos tales como la verja, los cristales del balcón, plantas, todo eso… y vino a dar directamente donde yo estaba sentado. Por suerte, dio en el mueble, a la altura de la pierna mía. Quien disparó tuvo que acercarse mucho y haber calculado bien la distancia. Yo no creo en la teoría de la bala perdida”.
-¿Cree usted que algún sector que no está de acuerdo con sus pronunciamientos e ideología pudiera estar detrás de este hecho?
“Si, pudiera ser, porque cuando yo vine al país en 1995, recibí algunos avisos acerca de que tratara de ver lo que iba a decir. Hasta algunos excompañeros de los que vinieron en la expedición me advertían de que yo tenía enemigos entre quienes adversan la Revolución Cubana”.
El apartamento donde reside el héroe cubano-dominicano es sencillo, con apenas unas cuantas mecedoras de hierro, forradas con cintas plásticas, algunos otros muebles, que junto a un viejo televisor y los múltiples reconocimientos amparan las paredes donde habita el comandante Gómez Ochoa, quien agradece con todo su corazón la distinción que le ha dado el pueblo dominicano.
En 1999, fue el último año que contó con un ayudante. Sus condiciones físicas hacen reflexionar a este equipo de periodistas acerca de cuán expuesto está un hombre que nunca ha escatimado esfuerzos y energías para ayudar a otros, ahora en medio de la indiscutible ola de violencia que azota al país, más aún en esta zona, donde el puesto de la Policía, con unos cinco agentes, apenas pueden comunicarse por carecer de teléfonos y, sin duda, no dan abasto.
Comandante Gómez Ochoa en ambiente de gran vulnerabilidad
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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