Urge fundar un Estado ideal sobre la cimiente del bien común. Afianzar las obligaciones ciudadanas nacionalistas en el sistema político, fiel respeto a la institucionalidad. Una familia de patria sana, poder realizarse asimismo, vivir en civilización, no en el desacato.
Reina la negación del interés colectivo del bienestar, se niegan los designios de la creación. El hombre no fue plantado en la tierra como un ser solitario, Dios no repartió nada, todo lo dispuso para el bien común. ¿Por qué no pensar y actuar en justicia?
Están en la materia, no viven de acuerdo con la naturaleza, al no actuar como lo indica la recta razón. Por eso no obedecen lo establecido en la Constitución y leyes, sí que estas sean para acomodar intereses personales, alejados del jurista Ulpiano: “tratar igual a los iguales” ¡Increíble, se niegan a sí mismos!
Los abusos dañan, quiebran la armonía entre los hermanos, es necesario unir el interés de cada uno como el de todos los demás. Están acumulando todo para sí, disolviendo la asociación humana. Están ciegos, no palpan el reciente efecto dominó Egipcio y Libio. Allí reinó el todo para mí. La ceguera espiritual es mayor: rechazan la moral de la administración pública. Solo aman el dinero del erario.
La naturaleza está cimentada en que el hombre se disponga a ayudar al otro, que es su otro yo, sea quien sea, solo por ser hombre como él, el interés de uno sea el de todos. Estamos unidos por la ley natural que prohíbe perjudicarse entre sí ¿por qué no hacerlo? Se niegan a sí mismos. El egoísmo, grave enfermedad espiritual, están perdidos.
Los caminos de la vida enseñan a tener los ojos abiertos; pero, no para mirar lo eterno, es decir, no prestar atención, ser atraído para conocer lo que no corresponde, dominar con el freno de la razón. Asedian tantas sinrazones que la subsistencia ordena observar, reflexionar acerca de lo que están haciendo con la debilucha democracia. Me recuerdan a Terencio: “Ya que no puede suceder lo que quieres, procura hacer lo que puedas”.
Nacemos y transitamos para ser felices y han eliminado la moral, lo legal, lo justo. No aman la vida, por eso no se es feliz. La vida la traen en un ciclo dañino. Los filósofos caninos, o sea, cínicos lanzaron la doctrina solamente cínica, esto es, inmunda y desvergonzada. Reclamaban para sí la independencia total frente a la sociedad y el retorno a la vida sencilla animal. Ha pasado a significar la desvergüenza y descaro de lograr sin respeto a las leyes de la convivencia humana. Aquí en Dominicana se hacen millonarios con el desacato y no hay castigo.
Recordando al más ilustre orador romano Cicerón puntualizamos, por creerlo conveniente y necesario: “Todas las acciones dignas deben salir a la luz, es decir, apetecen ser conocidas”. Nos preguntamos: ¿dónde están los dominicanos? Le dan vigencia al filósofo Crates maestro del cinismo y por eso estamos en la selva humana.
Nuestro invitado de hoy: Leonardo Da Vinci: “Oh miseria humana, a cuántas cosas te sometes por el dinero”.