Los Juegos Olímpicos de Londres serán el escenario del mayor esfuerzo hasta ahora para acabar con la maldición de hacer trampa con ayuda química. Pero con los costos en aumento, no faltan quienes preguntan si el deporte puede seguir la lucha. ¿Será momento de redefinir lo que significa el dopaje y la mejora del rendimiento?
Un exatleta europeo -que prefiere no revelar su identidad- recuerda una vez al día sus más grandes victorias, pero no por sus trofeos y medallas. Este otrora campeón tiene que inyectarse de por vida la substancia médica a la que debe su fama.
Según científicos antidopaje, se cree que este atleta tomó tanto de la droga estimulante sanguínea eritropoyetina (EPO), que su organismo perdió permanentemente la capacidad de producir glóbulos rojos sin ella.
Es un caso poco común, pero ilustra el precio que algunos atletas están dispuestos a pagar por un instante de gloria.
Thomas Chamney es un corredor irlandés que compitió en los Juegos de Pekín 2008 pero no lo hará en Londres por una lesión. Se opone vehementemente al dopaje en los deportes, pero entiende qué es lo que empuja a algunos atletas a hacer trampa.
«Hay mucho dinero: el deporte es un negocio, hay quienes buscan infringir las reglas y salirse con la suya», dice.
Chamney cree que los esfuerzos antidopaje han tenido impacto. Para hacer trampa, hay que ser muy organizado. «Para estar un paso por delante en las pruebas, hace falta seguimiento médico, si eres un tipo cualquiera comprándolo en internet te van a atrapar».