Es una gran vergüenza para el pueblo dominicano y principalmente para quienes dirigen la República Dominicana, que a estas alturas los diputados y senadores estén enfrentados por mantener los pingües beneficios que obtienen de sus cargos en el Congreso Nacional, para los cuales fueron elegidos con la finalidad de que defiendan la nación.
Los legisladores están llamados a proteger los intereses nacionales por encima de cualquier avenencia personal; pero, estos dominicanos no están representando dignamente el país y prefieren adecuar las ordenanzas a su conveniencia, como está sucediendo en la actualidad con el proyecto de Ley de Salarios.
Es cierto que existe un principio universal que establece que las leyes no tienen carácter retroactivo y, de ser aprobada la Ley de Salarios, solo le podrá ser aplicada a los que sean elegidos a partir de 2016, no a los actuales, o sea, no serán despojados del barrilito y las compensaciones por acudir a sesiones y comisiones.
Los congresistas deben tener en cuenta que el artículo 140 de la Constitución les prohíbe legislar para sus propios beneficios.
El presidente de la Cámara de Diputados, Abel Martínez, prometió al ministro de la Administración Pública, Ramón Ventura Camejo, que el proyecto que regula los salarios públicos será aprobado este lunes; pero, se han levantado voces que piden su postergación para después del 16 de agosto, lo que significa que la reglamentación perimiría.
Es penosa la forma en que los diputados “reclaman su derecho”: amenazando con actuar contra de los senadores y el barrilito de hasta un millón de pesos mensuales que reciben los representantes de la Cámara Alta del Congreso Nacional.
La ley que regula los sueldos de los funcionarios del Estado es muy necesaria en un país sumergido en una grave crisis económica, donde miles de dominicanos no tienen un empleo, carece de educación, salud, alimentación y viven en la pobreza extrema. No es tiempo de enfrentamientos entre parlamentarios, sino de lograr que la República Dominicana pueda superar todas estas dificultades y para eso fueron elegidos los legislativos, no para estarse “matando” entre sí por conseguir dinero, muchas veces injustificable.
