Cerca de 30 mil dominicanos y dominicanas se encuentran desplazados de sus hogares, tras el paso de Isaac por el territorio nacional y la zozobra continúa porque las vaguadas intensifican las lluvias que han arrasado con hogares y pertenencias de muchas familias.
Se repite el drama una vez más, aun cuando “guerra avisada” no debía matar soldados, porque el tema de los desbordamientos de ríos y cañadas es harto conocido y habría que preguntarse a qué sitio seguro regresarán cuando vuelva la calma.
Si bien es cierto que las autoridades han jugado acertadamente su papel, sobre todo en las orientaciones y también en acciones de socorro, también es verdad que no existen respuestas acertadas para lo que tiene que suceder después del paso de estos fenómenos.
Esa pobreza que afecta a más del 40% de la población, según organismos internacionales, se suma a la falta de educación y por ello la mayoría de los afectados son incapaces de reaccionar a tiempo; ni tampoco cuentan con las posibilidades de buscar un futuro mejor, que les garantice una vivienda digna, un empleo fijo y políticas estatales que les alejen de esa miseria que agudiza sus males cuando azotan fenómenos atmosféricos como este.
Si las personas que fueron rescatadas hace ya un lustro de las orillas de ríos, debajo de puentes y otras zonas vulnerables y de riesgos, siguen siendo las mismas: ¿dónde están los levantamientos y los cumplimientos de entregas de apartamentos prometidos con anterioridad, para cubrir esas necesidades perentorias? Y en el caso de quienes obtuvieron esas posibilidades y los vendieron o no hicieron el uso requerido de ellos, habría que preguntarse cómo han actuado las autoridades ante esto, porque el control debe existir, hasta desde el punto de vista legislativo, sobre todo cuando de salvar vidas humanas hablamos.
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