Parece un sueño lejano la posibilidad de amanecer un día sin que los medios de comunicación reflejen actos de violencia que parecen sacados de episodios espeluznantes y ajenos. Aun cuando existen fechas dedicadas a honrar héroes, santos y mártires- en el decir del gran Ernesto Sábato-, lo que debía reproducirse en paz y armonía deviene temas luctuosos caracterizados por el azote del látigo oscuro de la violencia.
República Dominicana no escapa a las consecuencias de una Globalización que ha sido lo que es: un fenómeno de reflujo, donde lo bueno y lo malo se multiplican y llegan hasta los rincones más apartados del mundo.
Las noticias impresionan: muertes, asaltos, feminicidios, secuestros organizados desde las cárceles, avalados por cómplices de «fuera». Esto y más alarma a la sociedad, sin distinguir sectores.
El país padece una violencia desmedida, irracional y cotidiana que campea junto al narcotráfico con nuevas modalidades y siembra una cultura de la violencia que acorrala al ciudadano y le hace preguntarse: ¿qué está pasando?
Los análisis apuntan a «condiciones socio-económicas desfavorables, baja preparación escolar; exclusión social y desesperanza por falta de oportunidades y empleos para los jóvenes, apuntalado esto por el consumo indiscriminado de las drogas”.
Definitivamente, no solo encontró Danilo Medina un país sumido en deudas y mucho más: el tema de la violencia, la delincuencia, el aumento de la tasa de homicidios y los feminicidios están entre los grandes desafíos del Estado y el diseño de políticas públicas integrales sentará pautas para lograr, quizás en un día no lejano, que haya un amanecer sin luto en los hogares dominicanos: ¡Así sea!