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«En La Caña del Almirante no tenemos padrino»

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Gladys Rosario tiene que arreglárselas porque además del alto costo de la canasta familiar, deben comprar botellones de agua purificada para beber, bañarse y limpiar la casa que comparte junto a su esposo y dos hijos, debido a que el preciado líquido que esperan a través de la tubería tiene tres meses ausente en el sector La Caña del Almirante.
 
Este drama lo vive cada uno de los moradores de la referida barriada, quienes piden encarecidamente que se restablezca el servicio de agua, debido a que son personas pobres y no pueden seguir comprándola.
 
Rosario expresa que la única vez que prescinden del líquido es cuando llueve; pero, al poco tiempo se llena de gusarapos y no siempre cae lo suficiente para abastecerse por varios días.
 
Sin embargo, esta no es la única dificultad que padecen los habitantes de La Caña, también la delincuencia se ha convertido en un problema prioritario, a tal punto que exigen un cuartel en la barriada para mitigar o frenar los constantes robos y atracos producidos a cualquier hora del día.
 
Asimismo, los callejones del sector se inundan, por lo que han acudido en reiteradas ocasiones al Ayuntamiento Santo Domingo Este; sin embargo, el alcalde Juan de los Santos ha ignorado sus reclamos.
 
Los residentes de la Caña del Almirante se quejaron, además, de que el camión de la basura no pasa a recogerla, lo que les ha obligado a improvisar un vertedero, a fin de que los obreros del cabildo observen los desperdicios.
 
En ese sentido, el señor Sandino Martínez, quien tiene más de 13 años viviendo en el lugar, comentó que los niveles de violencia han alcanzado su máxima expresión, lo que preocupa a todos y atemoriza a los visitantes.
 
“En vista de los múltiples atracos, la Junta de Vecinos solicitó la instalación de un cuartel policial, pero todavía estamos a la espera. Mientras tanto, seguimos siendo víctimas de personas que usan la violencia para vivir de la manera más fácil”, explicó Martínez.
 
La pobreza del lugar es alimentada por la falta de empleo, la gran cantidad de adolescentes embarazadas que se ven precisadas a dejar sus estudios y la indiferencia de las autoridades para ayudar a esa zona sumergida en la más terrible miseria.
 
“Este barrio no tiene padrino, aquí no se puede vivir, no hay donde trabajar, las empresas y fábricas quedan muy lejos y cuando consigues uno en el centro de la ciudad, lo poco que ganas se va en pasajes”, expone Dolores García, joven profesional en Contabilidad.
 
De igual opinión es María Grullón, quien ironizando su propia condición expresa que ni siquiera como recogedora de basura encuentra un trabajito.
 
Todos estos factores se combinan para hacer del Almirante un lugar deprimente, desprotegido y sin posibilidades de cambiar el estado de indigencia y desdicha que han padecido, pese a las promesas y cambios de gobiernos registrados en la República Dominicana en los últimos años.

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