El 16 de abril de 1986 viajo a Taiwán, vía Nueva York, Anchorage, Alaska. Invitado a la convención anual de los hombres de servicio en retiro. Al salir de Anchorage conversando con un joven taiwanés, me muestra un manual y dice: mañana tengo un examen para promoción en el empleo. Debo demostrar que estoy capacitado para ejercer mayor responsabilidad. La carrera administrativa en el Gobierno es honrosa. Mi padre es un anciano venerable, sirvió a la patria como empleado público, tiene una buena pensión. Es un orgullo de familia cumplir con los deberes, así se engrandece el país. Sonreímos, él comenzó su lectura, yo continué conociendo la historia del doctor Sun Yat Sen.
La educación en Taiwán es nacionalista, basada en firmes fundamentos morales, desarrollan la inteligencia y actúan de acuerdo a las voces de los deberes de ciudadanos. Consideran que la desobediencia a las leyes es inaceptable, es una ofensa grave a los intereses sagrados de la patria. Son educados como un ente moral y honestidad para servir, por eso es un orgullo de familia ejercer un cargo en la administración pública.
En una librería me interesé en unos escritos en un paño de seda. Un simpático, sonriente joven lo tradujo al idioma inglés y yo lo escribí al español: de la gran ciencia: educar. Si obtenemos un conocimiento nítido y hondo de las causas de nuestro comportamiento, conseguiremos la perfección ideal de nuestro saber moralista. En el momento que se logra la perfección de los conocimientos morales, de inmediato todas nuestras intenciones serán rectas y sinceras. Si las intenciones han adquirido la necesaria rectitud y sinceridad, el alma se verá provista de todas las virtudes. Las virtudes del alma beneficiarán nuestro ser al corregirlo del todo. Nada más llegar a la perfección personal, se establecerá el orden en el seno de nuestra familia. Si la familia se halla en orden, el reino podrá ser correctamente gobernado. Y cuando todos los reinos gocen de un buen gobierno, el mundo en su totalidad disfrutará de paz y armonía, con lo que podrán ser renovados y modificados todos los pueblos.
Tanto el hombre noble como el humilde se hallan obligados a mejorar su propio ser. El perfeccionamiento de uno mismo constituye la base de todo progreso moral.
Confucio.
Nuestros invitados de hoy: Simón Bolívar: “La mala educación apaga todo sentimiento de honor, de delicadeza y de dignidad, facilita el contagio de las malas costumbres y de todos los vicios”. “La instrucción es la felicidad de la vida”.
S.J. Javier Colino: “La primera manera de amar es la educación”.
El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.
Recuerdo de Taiwán: Educación. Progreso, bienestar social
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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