El abogado, comunicador y exmilitar constitucionalista, Nelson William Méndez, puso en circulación su libro: “Actuación de los sargentos de la jefatura de abril de 1965”, en la que narra la conspiración de los suboficiales, cabos y rasos de la jefatura de Estado Mayor del Ejército Nacional, días previos a la intervención norteamericana.
Fueron tres días (del 24 al 27 de abril) de duras prueba para 34 militares de bajo rango, quienes obedientes al llamado de la patria mancillada, actuaron apegado a los principios revolucionarios, de luchar por la vuelta a la constitucionalidad, ofendida el 25 de septiembre por el fatídico golpe de estado que derrocó al primer gobierno constitucional y electo libremente en las elecciones del 20 de mayo de 1962, después de la tiranía de Trujillo.
En ese momento los sargentos hicieron preso al mayor general Marcos A. Rivera Cuesta, Jefe de Estado Mayor.
El libro de Nelson William, llena el vacío que esperaba la historia sobre la participación de los militares de abajo en el estallido de la guerra interna del 24 de abril de 1965.
Hasta ahora el papel desempeñado por los sargentos, sobre todo los del Ejército Nacional, había sido inédito hasta la publicación de la obra del comandante Méndez Batista.
En el texto de 270 páginas aparecen dos testigos excepcionales de los acontecimientos de abril, los sargentos Guarionex Novas Rosario y Pedro José Lantigua Bravo, quienes formaron parte de la rebelión de los 34 militares identificados con el Movimiento de los Sargentos.
Se recuerda que Nelson William Méndez estuvo presente el 19 de mayo, en el combate escenificado en el Hotel Matún, de Santiago, donde cayó abatido el mayor del Ejercito Nacional, Juan María Lora Fernández, momento en que un grupo de militares revolucionarios rendían homenaje al coronel Fernández Domínguez, nueve meses de haber caído.
A Nelson, nativo del municipio de Villa Jaragua, de la provincia Bahoruco, le escuchamos narrar lo que le sucedió en la comunidad de Sabaneta de la provincia de San Juan de la Maguana, donde fue a llevar un recado al capitán Mario Peña Taveras, pero que a la entrada de allí tuvo un encontronazo con un contingente del ejército, quienes armas sobadas, tuvieron a punto de dispararle. Siguió diciendo que en ese instante y gracias al oficial que comandaba las tropas, que por suerte resultó ser pariente del capitán Peña Taveras, evitó una desgracias en el lugar lo que le permitió regresar a Santo Domingo con vida.