En República Dominicana el Plan Urbano Ambiental (PUA), aprobado hace ya cinco años, en diciembre 2007,”no formula estrategias coherentes”. La mayoría de los dominicanos y las dominicanas están a favor del crecimiento ordenado y planificado, pero no así de las construcciones indiscriminadas “que generan problemas en el futuro, debido a la falta de previsión”.
¿Qué modelo de ciudad aspiramos a tener? ¿Se lleva a cabo un correcto un estudio de ingeniería antes de construir las decenas de torres que aparecen en la ciudad? La idea de transparentar el sistema de otorgamiento de permisos de obras implica revisar lo que se ha hecho hasta el momento y suspender, si es necesario, autorizaciones de algunas de altura, que carecen de estudios en el impacto ambiental.
Todo esto sin mencionar los conflictos en temas tan elementales como “los niveles de ruido, escasez de espacios verdes, carencia de agua, cortes de energía eléctrica y otros, sino que, directamente, está provocando un aumento de la densidad habitacional y por ende poblacional, esto es hacinamiento”.
Esta es preocupación perenne de las familias dominicanas en relación con el entorno y la indiscriminada construcción de torres en calles estrechas, sin áreas libres donde puedan jugar sus hijos, ni posibilidades apenas para que transiten vehículos. La ciudad se hacina y en una ocasión alguien denominó como “terrorismo urbano” este fenómeno que pesa y amenaza.
Da igual si la situación económica mundial y nacional es crítica, las construcciones no paran en el país y quien visite por vez primera y observe la infraestructura que asoma a la mirada, puede entender o interpretar la realidad como gran desarrollo, cuando en verdad muy pocos pueden aspirar a una de esas edificaciones, en su mayoría sin habitar.
Tal y como se ha dicho “la ciudad debe crecer, pero al amparo de un plan regulador serio, proporcionado por entidades técnicamente capacitadas como facultades de Arquitectura y Urbanismo, y no al arbitrio de intereses económicos”.
El país necesita dirigir fuerzas a los proyectos de energía eólica, solar térmica, producción de módulos solares, etanol, y biodiesel, más que a la indiscriminada edificación de grandes torres.
Hay una alerta acerca de la vulnerabilidad a la que se enfrenta la región por los efectos negativos del cambio climático. República Dominicana precisa cuidar su medio ambiente, respetar los recursos naturales y cumplir su compromiso de propiciar un desarrollo sustentable que integre, obviamente, el entorno urbanístico. Todo esto sin olvidar que los estudios antisísmicos deben acompañar esa ciudad del futuro donde, además de respirar, sobrevivamos a cualquier temblor telúrico, o a lo que sea…