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¿Y la institucionalidad qué?

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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No, no somos antihaitianos, ni mucho menos antisolidarios o inhumanos: ¡No! Se trata de una realidad que hasta el menos comprensivo entiende, sobre todo si se analizan las condiciones en las cuales vive la sociedad dominicana y la manera en que miles de niñas, niños y adolescentes viven excluidos de servicios sociales de calidad tan imprescindibles como la salud y la educación; que por muchos intentos que diferentes organizaciones e instituciones del país han llevado a cabo,  aún se adolece de programas que atiendan a personas con VIH, a envejecientes; que cerca de la mitad de la población malvive en la pobreza: alrededor de cinco millones de habitantes y una tercera parte de ellos, unos 900 mil, sobreviven en la extrema pobreza o indigencia, identificado esto como la ausencia absoluta de las satisfacciones para necesidades básicas: quiere decir alimentos, el agua potable, vivienda digna, sanidad, etc, etc, etc.
 
Según el Banco Mundial, se trata de personas que subsisten día a día con menos de 1 dólar y 0.25 centavos al día: menos de 50 pesos dominicanos.
 
Si a todo lo anterior se suman las inexplicables muertes maternas y los actos de feminicidios que roban centenares de madres y mujeres dominicanas cada año y dejan, a su vez, una familia acéfala y niñas y niños huérfanos; si se piensa en  la marginalidad e inseguridad ciudadana existente; la exclusión social, carencia de empleos y oportunidades, la violencia que va dejando hogares enlutados a su paso, cada vez más. Si todo esto y numerosos problemas que enfrenta República Dominicana se tienen en cuenta, obviamente hay que deducir que al igual que los Estados Unidos, España, Francia y tantas naciones desarrolladas que impiden la entrada a sus territorios de ilegales, porque agudizarían sus dificultades al máximo, no existen aquí condiciones para soportar la masiva migración haitiana (no hablamos de los ya nacidos o perpetuados: subrayamos ilegalidad).
 
Nada, que la institucionalidad la defienden los más fuertes, a ultranza. Habría que preguntarse qué pasa aquí…

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