Siendo lo que ha sido siempre, símbolo de la democracia dominicana, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), ha puesto en riesgo su existencia y razón de ser, al priorizar problemas personales entre dos de sus principales líderes: el expresidente Hipólito Mejía y el presidente de la organización Miguel Vargas Maldonado.
¿Es que no pesan las enseñanzas que ellos mismos han preconizado de Juan Bosch y de José Francisco Peña Gómez?
Se habla en el país de una dictadura de partido, cuyas posibilidades son más que evidentes, dada la minimización del resto de los demás y éste, que más votos obtuvo en las elecciones, sin duda alguna, se ha dividido, debilitándose ostensiblemente.
La sociedad se debate entre problemas demasiado fuertes para un Gobierno que intenta enfrentar lo mal hecho con fuerzas que antes estuvieron. La violencia, cuya génesis encontró caldo de cultivo en una deficiente educación y otras debilidades en las políticas sociales, han cobrado fuerzas; mueren mujeres a manos de sus ex o actuales parejas; el narcotráfico prolifera como yerba mala, pese a las acciones de las autoridades por erradicarlo. Y a todas estas, lejos de existir un partido que colabore para lograr un país mejor, éste se diluye en discusiones estériles y pierde crédito, ante la mirada agotada de una sociedad que creyó en ellos.
Enero de 2013 guardará en sus páginas históricas imágenes que mejor sería no repetirlas. Ojalá fluya la sensatez y la conciencia de su origen y razón por la que nacieron un día que la patria les necesitó unidos, al igual que ahora.
PRD, entonces y ahora
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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