Las Naciones Unidas conmemoran el Día Mundial del Cáncer, debido a las consecuencias que esta enfermedad ha tenido en la población global, pues hasta 2008, se contaban unas siete millones 600 mil muertes y, lamentablemente, la cifra puede llegar a casi el doble (13 millones) en 2030.
Datos publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), expresan que “las vidas perdidas hace un lustro por esa razón representaron el 13 por ciento de todos los decesos a nivel global y 70 de cada cien de ese total ocurrieron en países de medianos y bajos ingresos.
Todo esto llama a la reflexión, al análisis y a la toma de decisiones, que van desde lo individual, familiar, social y gubernamental, claro está. Se trata de vender alimentos sanos, libres de sustancias que a fuerza de “hacer madurar” cuanto antes las frutas; de “obligar a crecer” lo más rápido posible a vegetales y otros productos, dañan al organismo humano, carente de suficientes defensas para enfrentar la avalancha de “comidas chatarras” y otras deformaciones alimentarias.
Todo esto, sin dejar de pensar en ese medio ambiente que nos otorga el oxígeno, sin el cual perecemos, y que se intoxica sin piedad.
La ONU detalla como más letales los cánceres de lengua, hígado, estómago, colon y senos y añade que “casi la tercera parte de las muertes obedecen a exceso de peso, baja alimentación con frutas y vegetales, poca actividad física y consumo de tabaco y alcohol”.
Otros datos indican que el hábito de fumar concentra el 22 por ciento de los decesos por cáncer y el 71 por el de lengua. Pero, la verdad es que esta enfermedad no puede ser “una sentencia de muerte” en sitio alguno del mundo, “porque existen vías probadas para prevenir y curar muchos de sus tipos”, tal y como señaló en Ginebra el director general asistente de la OMS para enfermedades no transmisibles, Oleg Chestnov.
Pero, cuando hablamos de “establecer programas de control” para reducir la exposición “a los factores de riesgo y garantizar a cada afectado el acceso a cuidados y tratamientos apropiados”, surge esa realidad fantasmagórica existente, por ejemplo, en la República Dominicana, donde resulta inalcanzable para mayorías el empleo de los instrumentos radiológicos y, no hay duda alguna de que es la voluntad política quien debe protagonizar esa batalla de “prevención” y “asignación de presupuestos”; porque, como se repite por los especialistas: “La inversión en oncología redunda en mejor calidad de vida, redunda en mejora de la economía, particularmente a niveles familiares».
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