Controvertidas las noticias que han seguido tras la renuncia del papa Benedicto XVI, quien “conmocionó al mundo católico al convertirse en el primer pontífice desde la Edad Media que dimite”, según se ha dicho por carecer de fuerzas para seguir dirigiendo en un período de cambios importantes y también de mucha confusión, sin duda alguna.
«He llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino», dijo el octogenario patriarca, al abdicar como líder de los más de 1.200 millones de católicos del mundo.
El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, había dicho que el Papa fue sometido a una intervención quirúrgica, hace menos de tres meses, para sustituirle un marcapasos y también se mencionaba que en los últimos años usaba cada vez más el papamóvil y se ayudaba de un bastón para caminar.
Sin energías, ni suficiente liderazgo para enfrentar tantos escándalos que enfrenta la Iglesia, como los abusos sexuales a niños por parte de sacerdotes; la detención de su propio mayordomo por el robo de documentos confidenciales en el denominado caso «Vatileaks»; así como otras pérdidas de autoridad moral en general, la actitud de Benedicto XVI ha sido considerada por algunos como muy valiente, humilde y con el reconocimiento a sus propias fuerzas ante las tormentas que debió arrostrar su papado.
Obviamente, los católicos tienen que abrirse, modernizarse y este es un momento en el cual cardenales y otros representantes de la institución deben asumir este ejemplo y ver como propicia la oportunidad de reaperturas, de acuerdo a los caminos que el mundo recorre.
«Respeto profundamente la decisión de Benedicto XVI, especialmente dado que no cumple con la tradición», dijo Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo y católico, quien admitió: «Su pontificado ha sido corto pero muy difícil».
Las especulaciones llenan los espacios mediáticos, y se comenta que se podría nombrar a un “primer líder no europeo, para reflejar el creciente peso de regiones como África y América Latina, que representan al 42% de los católicos del mundo.
Papa negro, amarillo, rojo o también latinoamericano; en definitiva, “podría ser el tiempo de un Papa de otro continente», dijo el arzobispo de Guatemala, Oscar Vián.
Así pues, conservadores que han apoyado la línea doctrinal tradicionalista de Benedicto XVI, se enfrentan a quienes abogan por un cambio y desarrollo imprescindible e indefectiblemente cierto de la Iglesia Católica.