Un pleito viejo es este de Bahía de las Águilas. El problema no es que se desarrolle la zona turísticamente, y de otras muchas maneras. El asunto es que el Estado tendrá que pagar terrenos a parceleros- en algunos casos fantasmas-, que los adquirieron de manera fraudulenta a mediados de la década del 90.
Laura Acosta Lora escribió en 2006 un artículo digno de leerse en estos días. La bogada es hija de la doctora Carmen Lora Iglesias (Piky), quien hasta su fallecimiento representó al Estado “para perseguir a los perpetradores del fraude inmobiliario más grande de la historia dominicana”. Ahora, como entonces, señala Acosta: “saltan a la vista los esfuerzos que se hacen para cambiar los hechos, hablando de ¨expropiaciones¨, ¨compensaciones¨ y adquirientes de ¨buena fe¨”.
La sociedad dominicana no puede menos que oponerse ante la decisión del Poder Ejecutivo, de otorgar a funcionarios un poder que les autoriza a negociar con un grupo de personas, que durante 16 años ha perseguido como malhechores, por usurpar funciones y falsificar títulos, adueñarse de terrenos que no les pertenecen en el área protegida de Bahía de las Águilas y, en definitiva, “validar un robo” y crear un procedente “nefasto” en el país.
Para el exministro de Medio Ambiente, Max Puig , esto representa una ilegitimidad y resulta contrario al interés nacional el poder especial número 7-13, que le otorgó el presidente Danilo Medina al consultor jurídico del Poder Ejecutivo, César Pina Toribio; así como afirma que llegar a acuerdos con los inculpados es un mal augurio y convierte al Gobierno en cómplice, al renunciar a sus obligaciones de preservar los bienes de la nación y perseguir a los delincuentes.
“Una cosa es el temor al daño ecológico que podría ocasionar la explotación turística de dicho parque nacional y otra muy distinta es el fraude al Estado que se pretende “legitimar” a través de la desinformación, pero sobre todo a la facilidad con que este pueblo, sus instituciones, políticos y periodistas, olvidan los hechos”, escribió Laura Acosta hace seis años.
El principio es: ¡No olvidemos!