Dallas.- Los días para Nolan Ryan como máximo ejecutivo en las oficinas de los Texas Rangers están contados.
Para algunos, la era de Ryan al mando culminará antes de que comience la temporada. Otros consideran que Ryan se marchará de manera gradual y estará fuera por completo cuando las Grandes Ligas lleguen al receso del Juego de Estrellas.
La única cosa segura es que la etapa de Ryan está por terminar con los texanos, que en su reinado han vivido las mejores temporadas de su historia.
Pero hay muchas interrogantes en la manera en que de pronto se suceden las cosas y los hechos por venir.
¿Por qué el anuncio tan sorpresivo de que Jon Daniels es el nuevo presidente de operaciones de beisbol de los Rangers apenas el viernes pasado?
¿Por qué Ryan deja también su poder del lado de negocios en manos de Rick George, quien fue nombrado el mismo día que los Rangers anunciaron la promoción de Daniels?
¿En qué momento se rompió la armonía en una organización que parecía ejemplar en todos los niveles ejecutivos, desde Ligas Menores hasta la máxima categoría?
¿La salida de Michae Young provocó un sisma tan grande cuyas réplicas apenas comienzan a sentirse en su máximo nivel?
¿Qué sucederá con los Rangers cuando Ryan se vaya? ¿Tendrán la credibilidad que les ha dado su presidente actual?
¿De quién es el crédito mayor en el surgimiento protagónico de los Rangers, de Ryan o de Daniels?
Ryan trajo una credibilidad casi intachable para los Rangers dentro y fuera del terreno de juego desde que en el 2008 se unió a la organización como presidente de operaciones de béisbol bajo el mando de su entonces dueño Tom Hicks.
Su imagen y estima de los aficionados fue mayor cuando encabezó el grupo propietario que ganó la subasta del entonces club en quiebra y en menos de dos años ya los tenía en Serie Mundial.
Una de sus principales virtudes fue que dejó trabajar a Daniels, a pesar de que en el principio del reinado de Ryan en Texas era el gerente general más joven de las Grandes Ligas y casi un desconocido.
También dejó trabajar a Ron Washington, a quien apoyó en momentos tan difíciles cuando se supo que habían encontrado droga en un examen antidopaje al manager.
Sin embargo, del éxito en cuanto juegos ganados y perdidos, incluyendo tres temporadas consecutivas con al menos 90 triunfos y dos viajes seguidos a la Serie Mundial, es probable que más crédito tenga Daniels.
Daniels y su colaborador más cercano, Thad Levine, han crecido a la franquicia dentro del campo como nadie; han conseguido una de las mejores granjas de todo el beisbol profesional.
Con presupuesto muy limitado, pero gran creatividad para realizar movimientos y canjes, Daniels y Levine montaron las últimas tres o cuatro campañas un conjunto capaz de competir con quien sea.
Por ejemplo, de un sólo canje, trajo a Texas a una generación más que sólida de peloteros jóvenes como Elvis Andrus, Neftalí Feliz, Matt Harrison, Jared Saltalamacchia y varios más, quienes llegaron de la organización de Atlanta a cambio de Mark Teixeira.
Consiguió a Josh Hamilton, de Cincinnati, por Edinson Vólquez; ha revivido carreras de lanzadores veteranos de bajo costo.
Pero Daniels también ha fallado en la contratación y permanencia de lanzadores de alto perfil; cambió a varios de los mejores prospectos por peloteros que al final sólo resultaron rentados, como Cliff Lee.
Peor aún, en el invierno actual negoció a la insignia de la franquicia, Michael Young, y fue incapaz de retener a Josh Hamilton o firmar al lanzador Zack Greinke.
Ryan está “casi casi” fuera de los Rangers
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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