Incomprensión de la dislexia

Entre el cinco y el diez por ciento de los niños en cualquier parte del mundo padece de dislexia. Es lo que ha constatado la investigadora Maryanne Wolf, directora del Centro para la Investigación de la Lectura y el Lenguaje de la Universidad de Tufts (Center for Reading and Language Research), donde también es profesora asociada de desarrollo infantil.

La renombrada experta, quien estará de visita en Puerto Rico para ofrecer una charla sobre el tema en el Multisensory Reading Center of Puerto Rico, explica que la dislexia se basa mayormente en una organización del cerebro que los favorece en áreas como el arte y la arquitectura así como con otras habilidades espaciales y de reconocimiento de patrones, pero que los pone en desventaja para destrezas de lenguaje escrito.

“Una de las experiencias más gratificantes de mi vida ha sido mi trabajo con niños con dislexia. Ha habido mucha incomprensión de estos niños durante el último siglo, con muchas personas que piensan que son perezosos y no se esfuerzan por sacar el máximo de su potencial (toda vez que, obviamente, son niños muy inteligentes), o que, en realidad, deben ser menos inteligentes porque no saben leer”, señala Wolf, quien destaca que el desperdicio de potencial humano ha sido enorme en ese renglón.

Por eso, afirma que su trabajo ha sido tanto para ayudar a reconceptualizar las nociones erróneas de este fenómeno como también para promover mejores intervenciones para que estas personas “maravillosamente inteligentes y a menudo talentosas” puedan desarrollar su potencial.

De hecho, sostiene que no es una coincidencia el que algunos de los artistas e inventores más talentosos del mundo hayan sido disléxicos. “Desde Leonardo da Vinci y Picasso hasta algunos de los principales empresarios de hoy”, agrega la experta, quien destaca que nadie nace con un cerebro diseñado para leer.

“Nuestra especie sólo aprendió a leer hace cinco mil quinientos años. El cerebro disléxico estaba aquí mucho antes que esto: construyendo viviendas, liderando batallas, pensando de maneras innovadoras todos aquellos años antes de que inventáramos la lectura”, afirma Wolf, al tiempo que destaca que todo es parte de la “cerebrodiversidad” o variaciones necesarias en las organizaciones cerebrales para que la especie pueda sobrevivir y florecer.

En ese sentido, señala que la dislexia no se refiere en modo alguno a la lectura, sino que es más bien una organización diferente y necesaria del cerebro.

Organización del cerebro

Precisamente, Wolf señala que la dificultad de los niños con dislexia con la lectura se debe a que existe una organización diferente en el cerebro que favorece algunas destrezas y perjudica otras.

“El resultado es que muchos niños no pueden procesar algunas partes del lenguaje escrito de la misma manera. Existen dos grandes áreas de diferencia: La primera, no ser capaz de procesar de la misma manera las unidades más pequeñas de sonidos, llamados fonemas. Y la segunda, existen diferencias en la rapidez con la que el cerebro puede integrar todos los procesos envueltos en el ‘circuito de lectura’ del cerebro”, explica la investigadora.

Así que, por lo general, eso se traduce en dificultades con la habilidad de los niños para aprender a decodificar y leer con fluidez. A su vez, dice que esto significa que nuestras intervenciones deben abarcar un fuerte énfasis, en primer lugar, en aprender los fonemas del lenguaje en particular (especialmente en inglés, que es mucho menos regular que el español) y las reglas de correspondencia entre letras y sonidos que forman la base de la decodificación.

En segundo lugar, señala que las intervenciones tienen que hacer hincapié en todos los componentes en el circuito de lectura y en cómo ellos están conectados unos con otros, de manera que el circuito pueda finalmente llegar a ser automático.

Wolf es también la autora del libro Proust and the Squid, donde dice que quiso obsequiar su conocimiento acumulado sobre el tema.

“Llega un momento en la vida de todos en el que queremos estar seguros de que lo que mejor conocemos pueda ser preservado de alguna manera. Yo había enseñado toda mi vida y consideré que mis estudiantes eran mi legado viviente. Pero, en cierto modo, me di cuenta de que necesitaba obsequiar este conocimiento de una manera más amplia a la sociedad”, afirma Wolf, mientras resalta que además de una apología por la lectura “quería ayudar a todas las familias con hijos disléxicos a comprender el formidable y ciertamente enorme potencial que sus hijos tienen para devolverle a la sociedad”.

“Me sentí impulsada a reconceptualizar la dislexia para la mayor cantidad posible de personas. Mi libro se encuentra ahora en su décimo tercera traducción por lo que me siento enormemente agradecida de que muchas personas hayan sido capaces de pensar en sus hijos y, ciertamente, sobre la lectura en sí y de nuevas maneras de aprender”, añade Wolf.

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