No acaban de ponerse de acuerdo profesores y Ministerio. Unos abogan y pelean por el aumento salarial de un ciento por ciento; en tanto el otro asegura que será paulatinamente: en dos años y solo un 40%. Y mientras esto sucede fuera de la mesa de las conversaciones, las aulas se mantienen inactivas, con la promesa imposible de que resarcirán las clases dejadas de impartir.
Si bien es cierto que la lucha de los educadores por un mejor salario ha tenido un respaldo de la población y las organizaciones civiles, la mayoría desaprueba- como debe ser-, los métodos que constituyen abandono del deber fundamental de maestros y maestras.
La sociedad dominicana luchó tanto por lograr la asignación del 4% del Producto Interno Bruto (PIB), para la educación, que una vez aprobado por el Gobierno del presidente Danilo Medina, creímos que niñas, niños y adolescentes y también adultos en el país alcanzarían eso que significa el mayor valor de un ser humano y que salva a los pueblos: su aprendizaje y cultura.
¿Qué pasará después de estos enfrentamientos?
Los vacíos educacionales en la República Dominicana no se solucionan con incumplimientos de principales deberes; tampoco con la decisión de unos u otras de elevarse el salario mientras la mayor parte de los profesores devenga un mísero sueldo. De todo esto y más deben hablar las autoridades; del ejemplo de quien representa a la cartera; de errores y aprendizajes; pero lo que no puede ocurrir es que el estudiantado observe y viva momentos tales como estos, que les alejan del mayor centro de formación ética, social y desde todo punto de vista.
Fatídico momento en educación
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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