Rezan viejos adagios que “el hogar está donde se halla la familia”; otros suscriben la frase de que “se encuentra donde está el corazón”…Quizás lo uno no se distancie mucho de lo otro, pero en fin, siempre habría diversos enfoques del tema.
Según los resultados de la primera Encuesta Nacional de Inmigrantes (ENI-2012), en la República Dominicana viven 524,632 personas procedentes de unas 60 naciones del mundo. De ellos, 458,233 son ciudadanos haitianos (el 87.3% de la población).
De manera que están inmersos entre esos seres llegados de lejos: españoles, boricuas, italianos, chinos, franceses, venezolanos, cubanos, colombianos y alemanes. Quizás haya más de otras nacionalidades; pero son estos los más representativos (un 5.4% de la población nacional, que se estima en 9, 716,940 millones de habitantes, según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE).
En sentido general, quien emigra no deja atrás su cultura y tradiciones. De igual manera sucede con dominicanas y dominicanos residentes en diferentes naciones del orbe. Impresionaba durante los días de fin de año, una criolla que viajaba a Nueva York, donde le esperaba su familia, y discutía con Migración su propósito de llevar víveres de todo tipo y hasta el agua de aquí para hacer un sancocho: “No sabe igual allá- decía-, aunque le ponga todos estos ingredientes, no es igual…”
El arte culinario se entremezcla con el resto de las costumbres, como parte de su identidad; ni hablar de la música y otras expresiones artísticas y cuanto trae el ser humano en las valijas escondidas en su pecho, que nunca llegan a vaciarse: ¡jamás!
La nación dominicana se multiplica en estas expresiones multicolores y cada día, en cualquier rincón del país, sobre todo en el sector urbano, foráneos y autóctonos respiran el mismo aire y enriquecen con sus saberes una sociedad multiplicada con los de aquí y los de allá: más que globalización, realidad marcada por los siglos.
Una realidad de siglos
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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