República Dominicana participó recientemente en el llamado Diálogo de Petersberg, llevado a cabo en Alemania, donde reclamó “la cooperación de todos los países para enfrentar el cambio climático e impedir que las temperaturas del planeta se incrementen en más de dos grados, lo que tendría consecuencias graves”.
Las consecuencias del cambio climático se sufren en todas partes del orbe y requieren de medidas urgentes, tal y como expuso en el cónclave Omar Ramírez Tejada, vicepresidente ejecutivo del Consejo Nacional para el Cambio Climático y el Mecanismo de Desarrollo Limpio (CNCCMDL), quien habló acerca de acciones de mitigación proactivas y ambiciosas, sin cuya aplicación colectiva no podría evitarse la gravedad que implica esta situación ambiental, y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
Para contraponerse a los difíciles tiempos que se viven en relación con el cambio climático, República Dominicana introdujo en la Constitución, desde su reforma en 2010, estos requerimientos y ha planteado, por mandato legal, reducir las emisiones en un 25% para el año 2030, pasando de 3,6 toneladas de CO2 percápita al año, a 2,8 toneladas.
Mientras los compromisos andan de cita en cita y los jefes de estados y principales figuras se comprometen con objetivos vinculantes de una reducción gradual, planteada quinquenalmente en esencial, el tiempo transcurre implacable y los cambios no pueden ya esperar retrasos. El Diálogo de Petersberg y los muchos otros encuentros anteriores hablan de propósitos y gestiones que deben apremiarse, porque la acción climática no espera y lo que hoy son responsabilidades y compromisos, mañana resultarían involuciones de esa naturaleza que ha dado muchas, muchas oportunidades para el recuento.
Preocupación valedera
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