Los diálogos con los taxistas suelen resultar verdaderos diplomados y fuentes de enriquecedores conceptos que, definitivamente, nutren con la verdad de los hechos.
Félix Rigo, humilde hombre de pueblo con familia numerosa y formación revolucionaria dentro de las filas del partido de la Liberación Dominicana (PLD), maneja su automóvil desde el amanecer, hasta que el sol abandona el día, para recaudar lo que sea posible y pagar así combustibles, gastos anexos a su labor cotidiana y una canasta básica que se eleva por encima de los 30 mil pesos.
Pero, Rigo es más que un sencillo taxista que va y viene por las calles de esta capital que le vio nacer hace más de cuatro décadas, es un –ahora- inactivo militante de las filas del PLD-, desde que Don Juan, como llama al inolvidable Bosch, le enseñó que las ideas políticas llevadas con decoro y dignidad, deben servir de sustento inextinguible a los pueblos.
Sin olvidar lo que considera la dirección piramidal, aún sueña Rigo con aquellos tiempos en que laboraban hasta el cansancio en las organizaciones de base, elevaban los criterios esenciales y cuando estos llegaban a la cúspide, bajaban enriquecidos y fortalecidos por quienes habían sido elegidos por ellos mismos, con la confianza de que cumplirían con las mayorías, esas mismas que hoy- asegura ensombrecido- deambulan esperando que aparezcan las luces de otrora y alguien hable, lo que sus voces no logran decir.
El taxista Félix Rigo sigue pensando que “un mundo mejor es posible”; pero que tendrían que cambiar desde las bases muchos argumentos que han sellado en el poder a quienes se han enriquecido para sostenerlos perpetuamente. El les llama “oligarquía peledeísta”, y explica que se trata de quienes entraron a las filas muy pobres, tanto que todavía sus rostros denotan lo que fueron (nombra a Félix Bautista y, sobre todo a Leonel Fernández), y sus bolsillos y fondos ponen a la luz otro ser extraordinariamente rico y al parecer increíblemente impune.
Argumento que Danilo Medina intenta hacer cosas, pero está “amarrado”. La sociedad- concluye-, necesita a quienes les sirven; no que la utilicen para servirse de ella. Así habla con sabiduría ancestral este hombre del pueblo, legítimamente peledeísta y negado a creer que el futuro siga siendo lo que hoy es. Definitivamente, estas líneas son apenas una trascripción de una especie de soliloquio de alguien que maneja un taxi, piensa y sufre por su familia y su pueblo, y necesita ser escuchado.
“Servirla, no para servirse”
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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