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Faro a Colón: costosa obra cultural echada al olvido

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El Faro a Colón, una inmensa obra cultural construida en honor al gran almirante genovés Cristóbal Colón, es un monumento de alcance mundial, ubicado en Santo Domingo Este, que le costó al Estado unos US$100 millones; pero, al parecer, ha sido descuidado por los sucesivos gobiernos que ha tenido República Dominicana, los cuales se han dado a la tarea de abandonarlo a su suerte.
 
La edificación del Faro se inició en 1986, durante la administración del presidente Joaquín Balaguer y fue inaugurada en 1992, con motivo de la celebración de los 500 años del encuentro entre los dos mundos. En su interior se encuentran los supuestos restos de Colón, aunque un análisis del ADN afirma que éstos descansan en la Catedral de Sevilla, en la ciudad de Andalucía.
 
Su interior alberga museos donde se exhiben objetos típicos de diferentes países; además, expone y difunde la memoria histórica del patrimonio internacional relacionado con el descubrimiento de América. Al Faro le sirve de base un gigantesco edificio de concreto armado de unos 300 metros de largo y poco más de 40 de ancho.
 
Lo lamentable es que apenas el visitante se asoma, percibe un estado de abandono, reflejado en las salas de exhibiciones oscuras y las bombillas de su entorno rotas, complementado esto con la maleza, moho y oxidación en su entorno, acentuado por las “bellaquerías” que practican los moradores de los barrios marginados que lo rodean: Los Mameyes, Maquiteria, Isabelita y el ensanche Ozama.
 
Habla el gobernador
 
Mario Bonetti, gobernador del Faro a Colón, se queja de las limitaciones con que opera su gestión, ya que depende de una dirección de museos, que a su vez rinde informes al Ministerio de Cultura: “Con lo cual se cultiva un proceso burocrático largo y tedioso, al punto de que hasta para comprar materiales elementales hay que esperar el visto bueno de estas instituciones”.
 
Lamenta la inconsciencia que reflejan los habitantes de los sectores aledaños, sobre todo los jóvenes, quienes ven el mausoleo como algo intocable y solo se preocupan por utilizar el área verde del monumento para jugar pelota, fútbol o volar chichigua, atropellando todo a su paso.
 
“La juventud de la zona rompe las lámparas, tira piedras a los cristales, arrancan las palmas para hacer bates y pega fuego a los árboles ornamentales”, narró impotente el señor Bonetti, quien se ha visto obligado a agrupar un comité informal de voluntarios para velar por el estado del valioso espacio.
 
Explicó que ha escrito cartas al jefe de la Marina de Guerra, Edwin Dominic Rosario, solicitando que se reinstale una guardia de honor y se aumente la vigilancia en el Faro; pero, que todo ha sido en vano y éste no se ha molestado ni siquiera en contestar las comunicaciones.
 
“En el Faro atracan turistas hasta de día. Es necesario que se entienda que ese es un bien para todos, el cual nos corresponde proteger. Ya se han robado 75 lámparas de cobre de las escaleras que van al techo y las venden en metaleras; en verdad tengo una gran pena con lo que está pasando”, precisó.
 
Reveló que la infraestructura tiene muchos desperfectos internos y externos que requiere de una restauración inmediata, tanto en las áreas verdes, como en la museografía. Sostuvo que las exhibiciones culturales del lugar hace tiempo que están obsoletas.
 
De acuerdo con el gobernador Bonetti, los turistas rusos son los que mantienen operando el monumento, ya que diariamente acuden a este lugar decenas de estos extranjeros y pagan cien pesos por entrar a verlo y hacerse fotografías… “¡ese es el dinero que conserva el Faro vivo!”.
 
Uno de los puntos más preocupantes para las autoridades del Faro a Colón es la incapacidad de auxiliar a una persona que sufra percanes: “Si un turista se parte la cabeza o a un empleado hay que sacarlo de emergencia, nos tenemos que quedar de brazos cruzados; no hay ni una curita para auxiliar a nadie. Se perdería media hora para llegar al centro de salud más cercano y en eso cualquiera muere 30 veces”.
 
El gobernador del Faro a Colón, Mario Bonetti, hace pausas en sus narraciones y respira profundamente para expresar algo insólito: “hasta para comprar un papel de baño la institución tiene que pedir permiso y esperar por una respuesta que toma tiempo”.
 
Mientras tanto, el Faro a Colón, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, permanece descuidado y en espera de que el Gobierno le preste la debida atención.

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