De la debilidad humana, la división entre los hombres.
Néstor: ¿Por qué entre los hombres hay dudas, reservas, desconfianza, y no se afianza a veces como su otro yo?
Lorda: El pecado original se manifiesta también en la división entre los hombres. Junto a la capacidad que tenemos para entendernos, aparece perseverantemente, como mala yerba, una enorme facilidad para malentendidos. Y esto se acentúa con la proximidad. Las relaciones entre los que se tratan mucho- parientes, vecinos- se envenenan con facilidad: nos domina el espíritu de chinchorrería que hace que encontremos un extraño (y perverso) gusto en hacer a los demás la vida más difícil: encontramos dificultades para perdonar y los agravios se acumulan y se vengan. No hay relación humana por sublime que sea- de amistad o de amor familiar- que no necesite combatir con perseverancia esta perversa tendencia. En la convivencia social llega a tener secuelas gigantescas (odios, rencores, manías, envidias, maledicencias), y opera en la historia sin cesar: nunca han faltado malentendidos, odios y guerras entre los hombres.
Néstor: ¿Por qué el hombre actúa al margen de lo adecuado, dónde está todo lo que no decide la razón?
Lorda: Esto es una ruptura del hombre con el conjunto de la naturaleza. Esta ruptura hace que la naturaleza se manifieste, a veces, como inhóspita, que la maltrate, y se manifieste también en el mismo ser del humano, en las enfermedades, en el dolor y en la muerte. El hombre se deshace sin conseguir conservar la salud de su cuerpo, a pesar de sus aspiraciones de plenitud y supervivencia.
Estas rupturas no son simplemente fallos. Tiene un trasfondo maligno y en sus manifestaciones más duras, aparece, en efecto la perversidad, no simplemente el error teórico o práctico sobre lo bueno, sino la perversión: la inversión de la pirámide de la realidad: la inversión e la verdad, el bien y la belleza. De vez en cuando, por debajo, pero constantemente en la historia, aparece el oscurecimiento interesado de la verdad y el culto a la irracionalidad, aparece el odio y la persecución de los buenos y el culto de lo perverso, la violencia, el ensañamiento y el sadismo, aparece el desprecio de lo bello y el culto de lo sucio y de lo horrible; aparece la persecución de lo divino y la utilización invertida de sus símbolos. En los testimonios más duros de las quiebras humanas, aparecen estas sombras de perversidad que no tienen explicación racional y que lo apuntan hacia los abismos de fuerzas infranaturales.
Esa quiebra interna es la causa de que nada sea como tendría que ser idealmente. Es la causa de que nos engañemos con tanta facilidad, es la causa de que nos arrastren con expreso los bienes y de que rehuyamos los deberes, es la causa de que no nos entendemos entre nosotros y es la causa de que nos ocultemos de Dios. Son demasiadas cosas irracionales, difíciles de comprender para los espíritus racionalistas, pero que se dan en la vida de todos los hombres, incluyendo los racionalistas.
Sin una ayuda especial de Dios, no es posible ser fieles a la propia conciencia. Esta ayuda se llama gracia que significa “don gratuito de Dios”. La gracia es la fuerza de Dios que actúa dentro de nosotros (en nuestros sentimientos, en nuestra conducta). La gracia corrige el desorden y siembra en el espíritu el gusto por los bienes más altos y hermosos.
La sabiduría moral se adquiere en toda su profundidad con la ayuda de la gracia. Solo con la ayuda de Dios es posible el saber perfecto (el conocimiento moral), el querer recto (vencer el egoísmo, querer a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos) y el poder (vencer la debilidad).
En la vida hay que contar con esa fuerza y terminar con ella. Aquí la perfección no se alcanza, solo se instruye.
Nuestro invitado de hoy, Valentín Letelier: “Nacido, criado y educado en el seno de la sociedad, el hombre recibe de esta los sentimientos, el carácter, las ideas y los hábitos que seguirá a lo largo de su vida”.
Continuaremos… Consérvense buenos.
