Una tensión en la parte de atrás de la garganta o un hormigueo en el cuello o un escalofrío que pasa por el cuerpo cuando se le presta mucha atención a algo o a alguién, como a una persona susurrando instrucciones. Se llama respuesta sensorial meridiana autónoma (ASMR) y es una condición que oficialmente no existía hasta 2010.
La primera vez que oí de ella fue gracias al periodista británico Rhodri Marsden, quien intencionalmente buscaba videos aburridos en YouTube y quedaba hipnotizado. Cosas como gente explicando cómo doblar toallas, manejar secadores de pelo o interacciones con odontólogos.
Millones de personas estaban haciendo lo mismo: mirando esos videos supuestamente por las sensaciones placenteras que despertaban.
Marsden me pidió mi opinión como psicólogo. ¿Era real? «Seguro», le respondí. Si la gente dice que siente algo, tiene que ser real… de alguna manera.
La pregunta es ¿qué clase de real? ¿Están todas esas personas experimentando lo mismo? ¿Lo aprendieron o es innato? ¿Cuán común es?
Ese es el tipo de preguntas que hacemos los psicólogos. Pero quizás es más interesante lo que sucedió con ASMR antes de que los psicólogos se pusieran a pensar en ello.
Todos los nombres
Hay quienes sencillamente se aburren. Otros, tienen «orgasmos cerebrales» al aburrirse.
Al parecer, ese sentimiento ha existido durante toda la historia de la humanidad. Cada persona descubrió la experiencia, la atesoró o la ignoró, y se la guardó.
El hecho de que no tuviera nombre hasta 2010 sugiere que la mayoría de las personas que lo sintieron no hablaron de ello. Es asombroso que haya llegado tan lejos sin un nombre. Científicamente, no existía.
Pero luego, claro, llegó el siglo XXI y, como se dice, incluso si uno es uno en un millón, hay miles como uno en internet.
Ahora hay sitios web, foros de discusión e incluso Wikipedia. Y un nombre. De hecho, muchos nombres: «Euforia Inducida por Atención», «Orgasmo cerebral» o «La sensación sin nombre» son otras etiquetas que se le han dado.
El mito se convierte en hecho
Que cayeran rocas del cielo era considerado un mito hasta finales del siglo XVIII.
Este caso señala algo curioso sobre la manera en la que creamos el conocimiento, ilustrado por un maravilloso cuento sobre la historia científica de los meteoritos.
Que cayeran rocas del cielo era considerado un mito en Europa durante siglos, a pesar de que se hablaba de sus estelas de fuego atravesando el firmamento y de que se reportaban rocas.
El problema era que el tipo de gente que veía los meteoritos y posteriormente los recolectaba tendía a ser gente que vivía afuera, es decir agricultores y otra gente del campo.
Uno puede imaginarse que las mentes científicas del Renacimiento no le daban mucha importancia a sus testimonios.
Pero en 1794 una lluvia de meteoritos cayó en Siena, Italia. No sólo Siena era una ciudad, sino que además era una ciudad con una universidad.
El testimonio de los citadinos, incluyendo adinerados turistas y ministros de la Iglesia católica, era imposible de negar y los reportes fueron escritos en las publicaciones escolares.
Siena jugó un rol crucial en el proceso del mito convirtiéndose en hecho.
La web en vez de Siena
Mientras que la ciencia antigua requería de autoridades y evidencia escrita para tornar un mito en un hecho, ASRM muestra que algo más democrático puede lograr el mismo resultado.
La discusión entre gente común en internet proveyó la validación de que ese sentimiento sin nombre era compartido.
ASRM se asemeja a la sinestesia, que permite que algunos puedan saborear las palabras.
De repente, muchos individuos que podrían haber pensado que eran inusuales, pudieron reconocer que hacían parte de un grupo con una experiencia común.
Hay un punto ciego en psicología cuando se trata de diferencias individuales. ASMR tiene algunas semejanzas con la sinestesia (la percepción conjunta de los sentidos en el que un color puede tener sabor, por ejemplo, o los sonidos producen efectos visuales).
Ambos son extremos de sensaciones normales, que existen para algunos individuos pero no para otros.
Por muchos años, la sinestesia era una condición considerada improductiva para la investigación, quizás apenas producto de la imaginación de la gente más que un fenómeno sensorial real.
Eso cambió cuando se desarrollaron técnicas que podían medir con precisión los efectos de la sinestesia, demostrando que era mucho más que la imaginación de la gente. Ahora tiene su propia comunidad investigativa, con conferencias y estudios en revistas científicas.
Saber más
Quizás ASMR tenga el mismo futuro.
Hay gente que insiste en que se investigue.
Hasta donde sé, no hay estudios científicos sistemáticos sobre ASMR.
Pero cuando la gente se entera de que su sentimiento sin nombre tiene nombre, quiere saber más, quiere saber qué es en realidad y quiere conectarse con otros que lo sienten.
Algo que tenemos en común todos nosotros es el querer valorar nuestra experiencia interna con el reconocimiento de otras personas y, particularmente, con la autoridad de la ciencia.
Yo no puedo hacerlo: casi todo lo que sé sobre ASMR está en esta columna que acaba de leer.
Por ahora, todo lo que tenemos es un nombre. Pero eso ya es progreso.
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