¿Salario mínimo o salario digno?

Trabajar para vivir con menos de 50 dólares por semana. Esa es la voz de quienes después de decenas de reuniones decidieron el aumento del 14 por ciento del salario mínimo. Si un “sal-ario” no es suficiente para una existencia digna se convierte a quien lo recibe en un mendigo que diariamente clama de pan para calmar su hambre y satisfacer sus precariedades.
 
Salario mínimo es una expresión oprobiosa, muestra la máxima injusticia de una sociedad que reduce el decoro y la integridad de los seres humanos a lo mínimo, a las migajas que puedan caer del plato de la abundancia de los ricos empresarios, altos funcionarios y mercaderes de la “cosa pública”. Por el contrario, con una “Ley de Salario Digno” se crean los parámetros reales sobre con qué cantidad de dinero el obrero o servidor puede vivir en la decencia y en el decoro.
 
Con una Ley de Salario Digno todos seremos iguales ante la ley, sin que se olvide que en la sociedad de grandes contrastes sociales “la ley no es igual para todos”, porque la pobreza es una marca indeleble que parece no desaparecer sin efectivas políticas de reducción de ese mal.
 
Con una Ley de Salario Digno no habrá jamás que discutir si el sueldo se ajusta al aumento de los precios porque una fórmula lo incrementará en la misma dimensión de la inflación. Con una normativa como la que planteamos el Estado hará desaparecer los irritantes privilegios de la remuneración en la administración pública.
 
¿Qué cuánto gana el servidor público?  ¿Qué cuál debe ser el sueldo de un obrero o un trabajador agrícola? Si, la ley dirá los parámetros sin establecer irritantes privilegios. Tomando en consideración la capacidad y las necesidades de las personas. Premiando el esfuerzo de superación, la honradez, la laboriosidad y todas las virtudes que engrandecen.
 
Aunque la palabra salario viene de sal, a la mayoría de la población el dinero se le vuelve “sal y agua”, porque el aumento de los precios le convierte el circulante en salobre. Esto así, para médicos, enfermeras, maestros, guardias, policías, empleados públicos  y privados, para los cuales “los cuartos no rinden”. Mientras que para los “afortunados de la política” los pesos crecen y crecen como los espaguetis, quizás por eso, ellos nunca apoyan los aumentos salariales.
 
Una Ley de Salario Digno no eliminará la injusticia social pero disminuirá los privilegios y la brecha entre los que viven del salario y lo que disfrutan del “puesto”. Esta Ley es una necesidad que no debe demorar.

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