El embajador y la hipocresía

Creo que es mucho lo que se ha hablado y escrito sobre el nominado embajador norteamericano que habrá de pisar nuestras tierras próximamente. El señor James “Wally” Brewster ha sido objeto de diversos comentarios tras conocerse y explotado, inmisericordemente, sus preferencias amatorias.
 
Es hipocresía y algo más que la opinión pública nacional y la sociedad en pleno, con ligeras excepciones, se hayan echo eco de forma mal sana a un aspecto personal y sagrado del proyectado diplomático de Washington, dejando escapar a propósito los talentos que posee y que dieron al traste para que el presidente Barak Obama lo escogiera entre otros aspirantes al cargo.
 
El embajador Brewster abre un nuevo capítulo en el seno de la vida de los dominicanos. ¿Por qué?, sólo si echamos un vistazo a personajes que diariamente recibimos en nuestras casas a través de la televisión y que se desenvuelven en política, deportes y diversos aspectos de la vida pública, en fin, podemos mirar con ojos de lamento que se trata de hipocresía mayor los innumerables comentarios sobre el protagonista defensor de los derechos de la minoría homosexual de Norteamérica y del mundo.
 
Es que el señor Brewster ha sido claro en aceptarse, no teme, no ha sentido miedo al rechazo y ha sido una persona exitosa y sobre todo de reconocer sus derechos a tener las mismas oportunidades que los demás seres humanos. ¿Y los nuestros de igual preferencia?, a esos los aceptamos y de tras de la puerta se habla de “qué son realmente”.
 
Igual caso se desprende de los numerosos pastores y sacerdotes acusados de violadores de menores,  dejando oculto que tales hechos demuestran que de bajo de sotanas y de pódium se esconden hombres con marcadas preferencias sexuales.
 
La lista podría ser amplia y no es lo primordial en éstos párrafos en los que quiero señalar que cuando se trata de personas que dejan al descubierto su inclinación sexual y la clase de parejas que desean tener, entonces aparecen los moralistas de pacotillas con el exclusivo afán de “reabrir el figureo en los medios”.
 
Creo que el pecado del nominado embajador del Tio Sam ha sido el mostrar públicamente lo que es en lo más íntimo de su ser y de defenderlo a diestra y siniestra con verdadero coraje.
 
Es una lástima que sólo se conozca de antemano este aspecto del señor Brewster, dejando a un lado que  es socio principal de la consultora de mercadeo SBsK Global con sede en Chicago, además de director nacional del departamento LGBT del Comité Nacional Demócrata, pero sobre todo, sobre todo, que es un ser humano y que procura recibir las mismas atenciones que los demás representantes de naciones con los que la República Dominicana mantiene importantes y estrechas relaciones.
 
Es tanto lo que se ha hablado del representante de Washington que imagino verlo ansioso por llegar y ocupar sus oficinas, y no precisamente para referirse al tema en cuestión, sino para asumir el delicado puesto diplomático de representar a los Estados Unidos en nuestro país.
 
Entonces, instalado ya en la Leopoldo Navarro, Brewster hará caso omiso al tema, y dirá a sus allegados: “los dominicanos han hablado tanto de mí, y han dejado de lado la veda de los huevos y pollos en Haití, el tema eléctrico, la corrupción, la delincuencia, la inseguridad ciudadana, el embarazo en la adolescencia, la explotación minera y la loma Miranda, entre otros temas, a los que sí debieran dedicar tiempo y espacio en búsqueda de soluciones”.
 
Es igual, es otro caso más de la “Civilización del Espectáculo”, con el perdón del premio Nobel y orgullo de las letras latinoamericanas Mario Vargas Llosa.

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