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Violencia de género: dos caminos, dos finales

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Cuando llegó por primera vez a la Casa de Acogidas estaba irreconocible: su pareja, quien aseguró amarla y protegerla, la golpeó inmisericordemente con los puños, la chocó contra la pared; luego la arrastró y le dio con un palo por los senos hasta desgarrarle la piel del rostro, el pecho y las piernas.
 
“Llegamos a pensar que perdería un ojo, de lo lastimado que estaba. Pero la tratamos y después de una cuantas semanas logró curarse las heridas físicas. Hace menos de un mes llamó llorando y me dijo: ¨Gloria voy para el Ministerio de la Mujer, necesito hablar con usted, tengo en mis manos un sobre con los resultados de un examen médico de oncología, pero no quiero abrirlo sola, por favor, hágalo usted y comuníqueme el diagnóstico¨”.
 
Sola, en su oficina, la coordinadora nacional de la Casa de Acogidas del Ministerio de la Mujer, Gloria Peralta, controla sus emociones y espera a la sobreviviente. “Tuve que informarle, con el alma destrozada, que tenía cáncer, producto de la golpiza propinada por su esposo.
 
“Con apenas 26 años, la joven solo decía mientras lloraba desconsolada: ¨ ¿y mis hijos, quien los cuidará, cómo podré enfrentar esta enfermedad tan costosa y desgastadora?¨. La animé y le dije que no se preocupara, que íbamos a luchar juntas y ayudarla. En esa estamos”.
 
Esta es una de las tantas desgarradoras historias que tienen lugar en República Dominicana, narrada por quien debe atender cada día a decenas de víctimas de violencia de género, que llegan a ella, la mayoría, en estado crítico. Quizás sean el entusiasmo y las ganas con que laboran Gloria Peralta y su equipo multidisciplinario, integrado por una abogada, enfermera, trabajadora social, psicóloga, seguridad y un chofer, las que le han convertido en verdadero refugio de madres, hijos e hijas.
 
“Es un trabajo que te hace consumir muchas energías; pero, cuando recibimos una llamada de un fiscal, acerca de una fémina muy golpeada, con niños que no han comido nada, nos ponemos enseguida en movimiento para rescatarla”, narra la también psicóloga.
 
El auge de la violencia doméstica y de género ha aumentado tanto, que los dos refugios existentes en el país no dan abasto. Sin embargo, el Ministerio de la Mujer se la ingenia para brindarles protección.
 
“Tenemos dos albergues. El objetivo es que exista uno en cada región. Los nombramos Casa de Acogidas o Modelo y el otro, Casa de Emergencia, que funciona similar al cuerpo de guardia de un hospital, donde pueden permanecer durante 12 a 48 horas, hasta que su agresor sea puesto tras las rejas; esas horas pueden extenderse a una semana y un mes prorrogable. Si es necesario permanece más tiempo”.
 
Explica la entrevistada que aunque la Casa de Emergencia está estipulada para unas seis madres con sus hijos menores de 14 años, en ocasiones hay hasta 15 o 20 personas. Mientras que la Casa de Acogidas recibe por 12 a 48 horas o un mes y 3 meses prorrogables, para darle tiempo al Ministerio Público a que obtenga la orden de arresto del juez, que sea entregada a la Policía Nacional, y ejecutado el apresamiento.

Si así fuera…
 
“Si la Justicia, el Ministerio Público y la Policía Nacional hicieran los apresamientos en el tiempo establecido, las sobrevivientes solo permanecerían uno o dos días. La satisfacción nuestra es que todas las que han pasado por aquí están vivas”, manifiesta Gloria Peralta y pondera el papel que debe desempeñar la familia, de quien muchas veces- confiesa- es de la que menos tienen respuestas.
 
En tal sentido, aclara que la trabajadora social realiza un diagnóstico e identifica si la afectada cuenta con una red primaria; es decir, familiares cercanos fuera de la comunidad o provincia donde sucedió el hecho, a fin de determinar si puede ser alojada sin que el agresor la descubra.
 
-¿Qué ocurre cuando desean regresar a su casa?
“Si quiere irse hay que respetarla. Los egresos pueden ser: uno voluntario; otro, por violar las normas de la casa y el último, por término del proceso. Si ella dice que se va, la psicóloga trata de convencerla, a veces dura una semana más, pero cuando se desespera tenemos que egresarla”.
 
-Entonces ¿quedan a merced del verdugo?
“No, jamás la dejamos desamparada. Le entregamos todos los teléfonos de los profesionales con quienes puede comunicarse. Contactamos al fiscal que la refirió; en tanto que la psicóloga, la abogada y la trabajadora social se encargan de hacer un monitoreo. Si ella sale y el perpetrador está apresado, la abogada está ahí para gestionar la medida de coerción, hacer las revisiones y hasta juicio de fondo si es necesario, sin cobrar un centavo”.
 
La coordinadora nacional de la Casa de Acogidas del Ministerio de la Mujer recuerda que la brutal golpiza que recibió la joven, cuya historia inicia estas líneas, la perpetró el esposo, por segunda vez, cuando ella regresó al hogar.
 
Cuando la pareja busca ayuda
 
“Mi matrimonio estaba arruinado, la infidelidad hacia mi esposa y los constantes pleitos por llegar tarde a la casa hacían de nuestra convivencia un infierno. La violencia psicológica y verbal había escalado hasta su último nivel y nuestro bebé era testigo de la terrible situación. Nos amábamos, pero no sabíamos cómo salir de ese círculo vicioso; cada día era peor y temía que termináramos a golpes.
 
“Una tarde ella salió y regresó con una carta en la que me invitaban a una sección con un terapeuta. Me dijo que se trataba de la casa de la Masculinidad. Al principio dudé y hasta pensé negarme. Luego, acepté porque quería salvar mi relación, no sin antes poner condiciones: el psicólogo debía espera que cerrara mi negocio de materiales ferreteros para recibirme”.
 
En su consultorio, el presidente de la Casa de la Masculinidad, Gregorio Martes, observaba detenidamente al hombre que frente a él, balbuceaba inseguro algunas frases. Con su experiencia como psicólogo clínico logró paulatinamente la empatía y confianza que debía primar en estos casos:
 
“Recuerdo que fue muy difícil; realizamos un genograma familiar, para que entendiera los patrones de conductas aprendidos en la familia, a fin de determinar el origen de sus discrepancias.
 
“Si el hombre creció en un hogar donde su papá golpeaba a su madre, es seguro que terminará maltratando a la esposa. En cambio, si fue la mujer quien vio esa situación, aprenderá a ser una víctima y eso es lo que tratamos de cambiar”, expone el experto en conductas humanas.
 
“Es vital que los dos trabajen esa parte para complementarse. En la medida que se conocen van comprendiéndose más. En esta parte, les asignamos tareas para la casa relacionadas con su vida física, emocional, espiritual, económica y social”.
 
Otro punto medular de la terapia- admite Martes-, es enseñarles a comunicarse de manera clara, efectiva y afectiva y precisar qué eventos hicieron que dejaran de dialogar. Se hacen acuerdos y se anotan en un cuadernito.
 
“Ellos estudian el enojo y firman un convenio para cuando uno de los dos se enfurezca enviar la señal, que en psicología se conoce como tiempo fuera, y consiste en poner la mano derecha sobre la izquierda y el otro deduce que debe dejarle en paz hasta que pase el enojo. Con el hecho de reconocer que está encolerizado ya empieza a desaparecer esa emoción”.
 
Confesión
 
“Después de agotar varias secciones, hoy puedo decir que mi esposa y yo somos una pareja nueva, sabemos comunicarnos, tenemos técnicas para controlar el enojo y nuestros hijos son más felices”.
 
Dos finales
 
El caso de la joven diagnosticada con cáncer provocado por los golpes que le dio su esposo por los senos, está ahora en manos de los médicos, aunque la carencia de recursos le ha llevado de nuevo a la Casa de Acogidas, donde Gloria Peralta resume: “Ahora lucho porque la operen y reciba las terapias y quimios correspondientes, a ver si Dios permite que pueda sobrevivir junto a sus tres hijitos…”.
 
El testimonio de la pareja atendida en la Casa de la Masculinidad fue ofrecido en agradecimiento a la solución de sus graves conflictos. Hace poco donaron al centro dos sillas, las cuales constituyen un trofeo y, a su vez, un recuerdo imborrable de que se puede vivir en paz.

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