La Habana.- Investido el 22 de agosto por séptima vez como presidente de Zimbabwe tras triunfar en los comicios del 31 de julio último, Robert Mugabe ganó también una batalla política subyacente en estos comicios dentro y fuera del país.
El veterano líder ganó en toda la línea esa cruzada que lo enfrentó a fuertes intereses económicos y de todo tipo, muchos de cuyos líderes descartaban su eventual triunfo en los comicios.
La campaña de Mugabe y su partido, la Unión Nacional Africana de Zimbabwe-Frente Patriótico (Zanu-FP) y su victoria en estas elecciones fortalecieron también la imagen del veterano estadista y avalaron su condición de líder histórico.
El voto en su favor del 61 por ciento de los tres millones 400 mil electores fue el primer paso legitimador para quien ha sido uno de los factores decisivos del proceso posterior a la independencia en 1980, que lo situó entonces como primer ministro.
Mugabe tuvo que afrontar un valladar de asechanzas internas y externas, concretadas al final en una demanda opositora que demoró la investidura presidencial, fue rechazada por el Tribunal Supremo y acabó retirada por sus propios autores.
Morgan Tsvangirai y su Movimiento Cambio Democrático, quien siguió al presidente con el 33,94 por ciento de los votos, fue el principal candidato opositor y también un fuerte adversario que luchó para imponerse.
Pero la transparencia de esos comicios fue no solo refrendada por ese principal actor que es el electorado, sino también por la mayoría de los países africanos y organismos internacionales como la ONU, con excepción de los tradicionales enemigos del país.
ENEMIGO DETRÁS DE TSVANGIRAI
La epopeya post electoral enfrentada por Mugabe y sus partidarios fue tan intensa como la de antes y durante el proceso, solo que estas últimas resultaron más largas y plagadas de incertidumbre por las constantes maniobras de la oposición.
Un factor decisivo durante las tres etapas de ese proceso fue la persistente estrategia discrepante de Tsvangirai, integrante hasta ahora junto a Mugabe de una Coalición de Reconciliación Nacional, para quien las elecciones nunca fueron fueron buenas.
El candidato y primer ministro, quien en 2008 ganó la primera vuelta de las elecciones y tuvo que retirarse ante una cruenta movilización popular, cuestionó el proceso comicial y afirmó que hubo «fraude» incluso desde sus preparativos.
Tsvangirai, quien contendía por tercera vez con Mugabe en unos comicios, junto a otros dos candidatos que pasaron sin penas ni glorias, presentó su impugnación al Tribunal Supremo y recibió de este la respuesta de que su rival fue reelegido debidamente.
El líder opositor y su Movimiento Cambio Democrático siguieron los mismos esquemas de descrédito de los últimos tiempos, basados por lo general en el tiempo en el cargo de Mugabe, de 89 años y 33 en el poder durante cinco períodos presidenciales.
La derrota de Tsvangirai, cuyo Cambio Democrático tenía mayoría parlamentaria desde 2008, no pudo ser más completa, pues Zanu-PF del veterano presidente obtuvo también 150 escaños (más de dos tercios) del total de 210 que integran el Legislativo.
Experimentado político y hombre de mundo, Mugabe no se guió, sin embargo, por las apariencias y describió con exactitud a Occidente al verdadero detractor del proceso electoral en que resultó electo y en general del país.
«El enemigo es quien está detrás de Tsvangirai, es decir, los británicos y sus aliados, aquellos a quienes derribamos», declaró en su primera comparecencia pública después de los comicios.
«Son personas muy raras -añadió. Incluso si toda Africa dice que (las elecciones) estuvieron bien, ellos dicen que no fueron libres. ¿Y desde dónde están hablando? Desde Londres, Washington y Ottawa».
ORGANISMOS Y GOBIERNOS AVALAN COMICIOS
La victoria de Mugabe en los comicios colocó en puntos extremos a los actores internos del proceso y dividió a los externos entre el apoyo de la ONU a ese proceso y el previsible cuestionamiento de Occidente.
Potencias mundiales como China y Rusia apoyaron los resultados electorales, frente al cuestionamento de la Unión Europea y de los gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido y Australia.
La Unión Africana (UA), la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC) y el Mercado Común de África Oriental y Austral se sumaron a los que reconocen «la forma libre, pacífica y justa de estos sufragios presidenciales, legislativos y de concejales».
En lo que fue interpretado de modo muy especial para los intereses de Harare, los presidentes de Sudáfrica, Jacob Zuma, y de Venezuela, Nicolás Maduro, felicitaron a su homólogo zimbabwense por su reelección.
El jefe de gobierno de la primera economía africana y mayor potencia regional transmitió su «sincera enhorabuena» al presidente del país vecino y definió a los comicios como «exitosos».
Zuma, cuyo país es de interés estratégico para Zimbabwe también por ser líder en la SADC, calificó las relaciones bilaterales de «fuertes, sólidas y cordiales», y agregó que Sudáfrica está preparada para seguir como socio del vecino estado.
Venezuela, estado también relevante por su peso específico en las Américas, transmitió a Harare en palabras de Maduro su anuencia por la celebración ordenada de los comicios y recordó sus propósitos de cooperación y complementariedad con Zimbabwe.
Un elemento interesante respecto a la reacción de los estados occidentales es que, fueran cuales fueran los resultados que esperaban de los comicios, siempre se abstuvieron de anunciar cambios en las pesadas sanciones impuestas al estado austral.
Tal vez hubo una particular sabiduría en el gobierno de Zimbabwe, cuyo nombre era Rhodesia del Sur hasta que alcanzó en 1980 su independencia del dominio británico, cuando prohibió a los gobiernos de esos países enviar observadores a sus elecciones.
Estado de economía agrícola (maíz, mijo, algodón, azúcar, café, trigo, tabaco y cacahuetes) y minera (oro, amianto, cromo, platino, diamantes, cobre, mica, hierro, bauxita y níquel), su población tendrá que seguir afrontando esas presiones externas.
Azotado por escaseces, hiperinflación y enfermedades aunque con tendencia a la recuperación, Zimbabwe tiene que emplear su soberanía en explotar las riquezas de sus 390 mil kilómetros cuadrados y el esfuerzo de sus más de 12 millones de habitantes.
*Periodista de la redacción África y Medio Oriente de Prensa Latina.
