Fue una melena rubia y lustrosa. Hoy es una pelambrera gris y unos ojos azules que todavía que esconden el orgullo vikingo del tenista de hielo.
A Borg le gustaba golpear un metro por encima de la cinta, con un golpe liftado que se enroscada en el aire y lanzaba a los adversarios contra la valla publicitaria. A lo Nadal. A lo bestia. Pero con una raqueta de madera.
Fue incansable y metódico. Fue un portento físico y táctico. Fue un fenómeno mediático. Un ídolo de adolescentes dentro y fuera de la pista.
Bregador sobre la tierra batida, doblegó en París a los mejores tenistas de su tiempo: seis Grand Slams franceses le contemplan; para abofetear acto seguido a lo más granado del saque y la volea que imperaba en Wimbledon, donde ganó en cinco ocasiones.
A los 26 años, hastiado de todo, abandonó el tenis con once Grand Slams. Su adiós fue prematuro. Inesperado e incomprensible. Intento volver. Y fue un fracaso rotundo.
Apremiado por problemas económicos -quizá algo nostálgico de la gloria perdida- regresó a la pista con sus viejas raquetas de madera. Con ellas se estrelló una y otra vez ante los jóvenes talentos y las nuevas tecnologías que ya imperaba en el tenis moderno.
Tres años de hastío y derrotas donde alivió su bolsillo y dañó su imagen. Su salto al circuito senior fue una redención para todos: una alegría para el público que pudo revivir sus viejos duelos contra McEnroe y un respiro para un extenista que no parecía querer dejar de serlo. Coqueteó con las drogas. Tuvo innumerables relaciones fallidas. «Me llevó muchos años reconciliarme conmigo mismo y descubrir lo que realmente quería hacer. Tenía muchas opciones y probé muchas cosas, algunas buenas y otras malas», reflexionaba el sueco en una entrevista con la BBC.
Aquel fue el principio de un nuevo Borg. Hoy todavía se deja ver por los grandes torneos, pero alejado de los focos y el glamour de antaño. Vive y trabaja en Estocolmo, donde es la imagen de una marca de ropa.
La Compañía Bjorn Borg que produce ropa deportiva, bolsos, perfumes, accesorios de moda y sobre todo diseña ropa interior masculina y femenina. Aquello fue una idea brillante.
Fue un éxito labrado en las canchas de los años 70, donde muchas jovencitas ondeaban su ropa interior en Wimbledon en honor al hombre de hielo.
