El nueve de este mes de octubre, los medios de comunicación mantuvieron en expectativa al mundo en torno a la operación a la que fue sometida la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, a fin de removerle un hematoma en el cráneo, tras lo cual, según se ha dicho, evoluciona favorablemente y sin complicaciones.
La información generó inquietud en Latinoamérica porque ya esa tendencia se está haciendo muy frecuente en un aparte de los mandatarios de la región, cuyos gobiernos manejan el tema con mucho hermetismo, colocándolos a veces como seres inhumanos o como diría el escritor Gabriel García Márquez, convirtiéndolos en “dioses en la tierra”.
Ya a finales de octubre del 2010, el expresidente de Argentina y esposo de Cristina Fernández, Néstor Kirchner, de 60 años, falleció a causa de una afección cardíaca aguda que le produjo un episodio de «muerte súbita». Anteriormente, se había tratado una úlcera estomacal penetrante, que a menudo degenera en cáncer.
A mediados de febrero del 2006, con 81 años de edad y 50 en el poder, el entonces presidente de Cuba, Fidel Castro, decidió traspasarle el mando a su hermano Raúl Castro, de 76 años, quien se desempeñaba como ministro de las Fuerzas Armadas, para tratarse una enfermedad de origen intestinal, a lo cual siguieron una serie de conjeturas que en muchos casos lo han dado por muerto.
Pero el caso Fidel fue virtualmente “eclipsado” por el mandatario venezolano Hugo Chávez, quien después de luchar por casi dos años contra un cáncer pélvico, pereció el 5 de marzo del 2013, posterior a haber sido intervenido en cuatro ocasiones en La Habana.
Ni Chávez ni el gobierno de Venezuela explicaron el tipo de cáncer que padecía. Su tratamiento de quimioterapias tuvo lugar en Cuba y lo único que dijo la oficina del mandatario fue que el “tumor abscesado”, con presencia de «células cancerígenas» había sido retirado de su cuerpo.
En 2009, a Dilma Rousseff, quien en ese momento se desempeñaba como jefa de Gabinete del gobierno de Brasil, le diagnosticaron un cáncer en el sistema linfático. Poco después del tratamiento a que estuvo sujeta durante un año, su equipo médico la declaró curada de la enfermedad. Tiempos después fue electa presidenta de su país.
En 2010, el expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, meses después de haber traspasado el poder a Rousseff, fue diagnosticado con cáncer en la laringe. Contrario a otros casos el exmandatario tomó la presencia del mal como un “relax”, al punto que publicó una foto en internet bromeando sobre el particular.
El 1 de octubre de 2012, el presidente Juan Manuel Santos comunicó en una alocución televisada que le habían detectado un «pequeño tumor» canceroso en la próstata. Aunque advirtió que no era «agresivo», dijo que se sometería a una cirugía.
Algo similar sucede en Uruguay, donde son conocidos los problemas de salud del presidente José Mujica, de 78 años, y quien soportó difíciles condiciones cuando estuvo preso más de 13 años durante la dictadura en su país (1973-1985).
Al mandatario de Paraguay, Fernando Lugo, se le detectó un cáncer en agosto de 2010, dos años después de asumir la Presidencia. Este resultó uno de los casos en que la ciudadanía recibió informaciones puntuales, tanto por parte del mismo Presidente, como de distintas fuentes oficiales y sus médicos, incluyendo sus frecuentes viajes a Brasil para recibir tratamiento, hasta que los galenos confirmaron, en enero de 2012, la remisión completa de un ganglio en la zona inguinal.
En El Salvador, José Napoleón Duarte (1984-1989), estuvo enfermo de un cáncer de hígado en los últimos años de su mandato.
La Presidencia mexicana, entre tanto, suele informar en comunicados muy escuetos sobre la salud de su gobernante. Así lo hizo en julio pasado, cuando anunció que Enrique Peña Nieto sería operado de un nódulo tiroideo.
En 1997, el entonces presidente de Perú, Alberto Fujimori, fue intervenido por una lesión precancerosa en la lengua.
Es conocido que el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, chequea su salud muy a menudo en Cuba, lo que ha desatado numerosos rumores, aunque el Gobierno niega que esté enfermo.
El presidente de Haití, Michel Martelly, se trasladó dos veces en menos de un mes a los Estados Unidos para ser atendido por especialistas, aunque siempre evitó especificar las razones de esas consultas.
República Dominicana tuvo la triste experiencia de ver morir en 1996 a su expresidente Jacobo Majluta, de 61 años de edad, tras luchar contra un cáncer pulmonar que lo mató cinco meses después de habérsele descubierto.
Majluta asumió la presidencia al morir el presidente Antonio Guzmán, el 4 de julio de 1982, y dirigió el Estado por 43 días, hasta el 16 de agosto, cuando fue juramentado Salvador Jorge Blanco.
¿Cáncer inducido?
Ante tantas coincidencias de fallecimientos o padecimientos a causa del cáncer de presidentes latinoamericanos, han surgido versiones de que ese mal habría estado inducido. Tal fue la denuncia del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien denunció un alegado complot que habría terminado con la vida de Hugo Chávez.
Maduro prometió conformar una comisión especial de científicos para estudiar la supuesta inoculación del cáncer al exlíder bolivariano.
Inducido o no, el debate trasciende y aun no han sido respondidas las preguntas o inquietudes en torno al tema; pues, por ejemplo, de acuerdo al Servicio de Seguridad de Cuba, Fidel Castro ha sido blanco de 640 planes de sus enemigos para matarlo, con métodos que incluyen tabacos envenenados y polvos.
Pudiera pensarse que, de haber tenido contacto con esos objetos, el líder cubano podría haber adquirido alguna enfermedad maligna, como el cáncer. Pero, todo esto, aun está por comprobarse. Mientras, el mundo observa con asombro como una gran parte de la dirigencia presidencial de Latinoamérica está enferma…
El cáncer: enemigo implacable de presidentes latinos
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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