Una muestra de cuatro acciones del procurador general Francisco Javier Tadeo Domínguez Brito resalta el contraste de cuando inició exitosamente su carrera como fiscal de la capital (25 de septiembre de 1997), en la ocasión en que le apodaban “El Fiscalito de Santiago”.
Inicialmente, le decían “Fiscalito”, como forma de degradación (era muy joven y hasta de baja estatura) y sustituía a un fiscal con impresionante desempeño, Guillermo Moreno, cuya destitución por el ex presidente Leonel Fernández generó protestas de la sociedad civil.
“El Fiscalito” se agigantó. Emprendió un proceso de adecentamiento de la fiscalía de la capital: lideró una lucha contra los corruptos de la Policía.
La última vez que nos encontramos en el Palacio Presidencial, el procurador me habló de sus inicios. Bromeó diciéndome que perdió su copiosa cabellera en los afanes de la Justicia.
Más que la cabellera, Domínguez Brito perdió el prestigio de antaño. Se esfumaron las esperanzas de que pudiera liderar un plan que mantenga a raya los delincuentes de cuello blanco y el delito común.
Ahora, para colmo de los colmos, ignorando que la autoridad no está para denunciar, sino para actuar (presentar resultados), dice que hay policías, jueces y fiscales que cobran peaje y soborno al narcotráfico.
En otra nación, ante esta denuncia, el procurador debió ser destituido por el Presidente de la República. O si él respetara su dignidad, pidiera perdón por no poder solucionar los problemas, es decir la tarea para la cual se le designó en el cargo, y renunciara.
Es el jefe de todos los fiscales, uno de los funcionarios del Estado de más alta investidura. Antes de decir que estos reciben soborno del narco, debió ofrecer los nombres y anunciar su destitución. Al no decir nombres, los embarró a todos. ¡Qué injusticia!
Hagamos un simple ejercicio mental. Si la autoridad encargada de elaborar política anticorrupción lamenta que nada puede hacer, que será del ciudadano indefenso que le roban, lo atracan, lo macutean, lo violan.
La segunda acción controversial de Domínguez Brito es que, tras la cantante Martha Heredia ser apresada con heroína (una de las drogas más caras y dañinas), la premió llevándola a cantar a un programa de televisión.
Mal mensaje para la juventud. A Martha hay que respetarle sus derechos, pero está en la cárcel pagando una deuda con la sociedad por tráfico de drogas.
Hay reos muy enfermos en nuestras cárceles y el procurador no tiene con ellos ningún privilegio.
Justamente, la tercera acción deleznable de Domínguez Brito tiene que ver con la desvergüenza de la Procuraduría, cuando la prensa mostró al mundo los privilegios de una opulenta reina que tenía en la cárcel la esposa del famoso capo de las drogas, José David Figueroa Agosto, Leavy Nin Batista.
El mensaje de nuestras autoridades penitenciarias es que se puede traficar con drogas, ser sicario del narco, pues lo jefes de las redes mafiosas nos garantizan una estadía en la cárcel idéntica a un lujoso hotel cinco estrella, como lo que tenía Leavy Nin Batista.
El cuarto hecho inexplicable fue la presencia del procurador y el ex jefe policial José Armando Polanco Gómez en un “allanamiento” en Puerto Plata.
Los empresarios alemanes “allanados” dijeron a la periodista Nuria Piera que se trató de “un asalto” de los policías actuantes y que supuestamente se perdió una caja fuerte con más de RD$60 millones.
La renuncia de Domínguez Brito
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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