Si bien el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA), aseguró que “existen suficientes alimentos para satisfacer a los habitantes del planeta y a los nueve mil millones que lo poblarán en 2050”, lo cierto es que unos 842 millones de personas se acuestan en estos días sin haber consumido alimento alguno, según las autoridades internacionales “por el insuficiente acceso a las tierras, financiamientos, conocimientos y desarrollos tecnológicos”.
Se mencionan países de Asia y África; pero, en la caribeña República Dominicana, aunque se logró reducir el hambre a un 15.4%, tal y como reflejan datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), aun está distante el denominado “Reto del hambre cero”, programa impulsado en 2012 por el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon.
Dicho “Reto” propone una serie de objetivos a cumplirse antes de 2015, entre los cuales se prioriza el “acceso a una alimentación adecuada, evitar el retraso del crecimiento de los niños, asegurar la sostenibilidad del sistema alimentario, lograr el incremento en la productividad o evitar el desperdicio de alimentos”.
No obstante, el mundo es testigo presencial de la cantidad de productos alimenticios que van a parar a los depósitos de basura, mientras millones de seres intentan alcanzar algún mendrugo.
Todavía se requieren políticas que van más allá de lo objetivo, para marcar en lo subjetivo esa necesidad imperiosa de no borrar las humanas actuaciones de la lista de valores.
No solo es tarea de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), situar a la agricultura como el sector destinado a desarrollar un papel fundamental en la batalla contra el hambre; es de todos y todas la responsabilidad de eliminar ese mal que afecta a más del 70% de los pobres carentes de una alimentación esencial.
¿Alimentos para todos?
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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