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El dolor de Filipinas

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Unas dos mil quinientas personas fallecidas como consecuencia del paso del desastroso tifón Haiyan por Filipinas; más de 2.000 heridas y centenares desaparecidas; alrededor de 600.000 han sido desplazadas de sus hogares.
 
Estos son los datos oficiales que maneja la opinión pública; en tanto que los sobrevivientes suplican agua y comida; caminan entre los cadáveres y piden que, por favor, informen a sus familiares que están vivos…
 
Se mencionan 9 millones de adultos, menores, ancianos, que han quedado afectados por la catástrofe y entonces comprendemos que ese país asiático no está lejano, que en el mundo todo es cercano, mucho más cuando una parte suya sufre angustia y desolación en su geografía.
 
Los medios mencionan las diarreas y la deshidratación que van haciendo efectos, por lo que se temen infecciones gastrointestinales, que los médicos llegados en los primeros vuelos intentan detener; pero el peligro permanece…
 
Se habla de “miles de toneladas de ayuda” que van en camino y también se piensa en la complicada distribución, porque “las calles están bloqueadas por escombros de varios metros de altura”… y “un hedor insoportable por los cadáveres en descomposición” se percibe.
 
Las Naciones Unidas han hecho un llamado internacional. La situación es desesperada; las estadísticas prevén un número de víctimas fatales superior en las próximas horas. La solidaridad tiene que crecer y cada ser humano debe repetir aquello que escribió el metafísico John Donne y repitió Ernest Hemingway en su libro Por quién doblan las campanas: “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti”.
La tragedia de Filipinas es también la nuestra.

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