Genios hasta la locura: Nietzsche, Van Gogh y Maupassant

Visto desde un prisma conceptual, genio es: inteligencia tempestuosa, abundante, excesiva como río desbordado y crecido. El genio vive exageradamente el quehacer de su arte, le pone todos los toques de la pasión a su pasión. Es decir, a su trabajo, que de hecho para él no es un trabajo.
 
Cuando el genio escribe o pinta, su puño es inagotable, no concibe el punto final. Nada frena las ruedas de su imaginación, las palabras como los colores en el lienzo brotan con sonoridad jamás escuchada. Y en el contexto pleno de la inspiración vuelan las metáforas sobre el papel o en la tela, por encima del cielo, a profundidades ilimitadas. El pensamiento talentoso del máximo creador -el genio- muestra matices brillantes. Sólo ellos hacen surgir nuevos mundos, nacen personajes reales del mar de la ficción, lo verosímil tiene tonalidades de realidad, de realidad emotiva, sensitiva y dolorosa. El genio disfruta sus arrebatos de locura en la soledad de su compañía o en la compañía solitaria del universo individual que vibra en su interior.
 
El genio sin perder el tino, suele tocar las puertas de la falta de sentido, pero por temor no penetra a la morada sagrada de aquellos que pierden la mente. Aunque se piense que, “un loco es todo, menos un hombre que ha perdido la razón”. El genio le teme a la locura, aunque muchas veces parece compartir con ella la alcoba.
 
Genio loco, loco genio. Dos caminos de una misma vía, que en ocasiones terminan trágicamente en igual espacio de salida, como sucedió en este triángulo existencial de genios que padecieron de locura.
 
Friedrich Nietzsche (Filósofo)
 
El pensador alemán Friedrich Nietzsche, nace el 15 de octubre de 1844, quizás pueda ser el filósofo más influyente del siglo XIX, en un escenario con la ausencia de Karl Marx, aunque la filosofía de este último nació, vivió y murió; en cambio la de Nietzsche permanece cada día con vigencia. La mayoría de los grandes filósofos del siglo XX: Martin Heidegger, Karl Jaspers, Karl Popper, Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir; son hijos legítimos o adoptivos del autor de “Así habló Zaratustra” y “El anticristo”.
 
El que lee a Nietzsche queda marcado positiva o negativamente para siempre. La mayoría de sus 28 libros hieren a los de fe, sanan a los creyentes o dejan convalecientes a los que odian pensar profundamente; otras veces despiertan interrogantes, abren incógnitas y al llegar a la última página sentimos que es necesario volver a la primera para iniciar otra lectura, porque son más las interrogantes insatisfechas.
 
De él uno siente que está loco, pero de inteligencia en demasía. Las imágenes literarias son soberbias, dignas de su intelecto. Las podemos apreciar en “Así habló Zaratustra”, obra que el autor califica como “uno de los libros más valientes, más elevados y más reflexivos que alguna vez hayan podido nacer de un cerebro y de un corazón”. Y añade, “es un pozo inagotable al que ningún cubo desciende sin subir lleno de oro y de bondad”.
 
La vida de Nietzsche está cubierta de dolencias físicas y problemas de salud, además de su eterna soledad, que motivó la excelente biografía escrita sobre él por Stefan Zweig, titulada: “Tragedia sin personajes”. Al efecto, Nietzsche presagiaba su desastre: “soy de esa clase de maquinas que pueden explotar. La intensidad de lo que siento me da escalofríos y risa, al fin y al cabo soy ya un medio-inquilino de un manicomio, enfermo de la cabeza, a quien la soledad ha desconcertado completamente”.
 
La tempestad pronosticada llegó, Friedrich Nietzsche se volvió loco, fugó, para decirlo con lenguaje popular. Tenía entonces 45 años de edad. En estado de demencia escribió: “Este invierno, vestido de la forma más miserable, asistí dos veces seguidas a mi propio entierro”. Sí, aunque Nietzsche murió 12 años después, aquél día en que le llegó la locura comenzó su sepelio como gran creador y su enterramiento como genio.
 
Vicent Van Gogh (Pintor)
 
Su  llegada a los ambientes de la pintura significó una revolución: por la maestría que hizo del juego de luces, porque los colores revivieron en la técnica que utilizaba y en virtud del ingenio de la forma de apreciar los rostros, incluyendo el suyo. La vida encontró manos para plasmar sus colores verdaderos, los bocetos de Gogh reflejaron todo lo bueno, malo y bello del género humano. El gran espejo del arte pictórico presentó a los ojos inquietos del mundo, las montañas de cuadros procesados por el más laborioso de todos los pintores conocidos hasta entonces: Vicent Van Gogh, el genio incomparable de las artes plásticas, cuya producción de obras se aproximó al millar, exceptuando sus 1600 dibujos.
 
Van Gogh nació en los Países Bajos (Holanda) en 1853, -Nietzsche era 9 años mayor que él-. Este virtuoso profesional del pincel se convirtió en una maquinaria viviente para elaborar obras de arte sin descanso, sin pausa y sin síntomas de agotamiento. Pero lo extraño es que los que miran sus pinturas no se imaginan el tiempo que le costó al autor. A veces horas. ¡Increíble! Van Gogh dejó testimonio escrito del esfuerzo laboral: “Con mi trabajo arriesgo mi vida y mi razón está destruida a medias”.
 
Nadie superará a Van Gogh, su record es ciertamente inalcanzable. El pintor neerlandés veía venir el alud desde el mismo fondo de su cabeza, muere desgraciadamente a los 37 años de edad, previo a padecer de enfermedad mental por varios años. El desequilibrio de sus facultades síquicas le hizo cortar su oreja, un acto que todavía nos causa horror. Su suicidio es un misterio que se aclara, pero no los motivos de la soledad que le sirvió de compañera y que probablemente arrastró a este genio hasta la locura.
 
Guy de Maupassant (Escritor)
 
Dos semanas antes de que los franceses vieran morir el genio de Honoré de Balzac, se iluminó el parnaso galo con el nacimiento en 1850, de otro genio de las letras, el ilustre escritor, Guy de Maupassant, la más prestigiosa figura de la literatura de Francia en la narrativa corta y uno de los mejores cuentistas de la humanidad. En el género de Cuentos de Terror, nadie le puede discutir el trono a él y al escritor norteamericano Edgar Allan Poe, ambos son reyes de ese pedestal.
 
Maupassant dio sus primeros pasos de las manos del autor de “Madame Bovary”, Gustave Flaubert. Pero el alumno luego aprendería a caminar por los senderos de los gigantes y sus obras literarias lo elevaron al exclusivo altar de los genios. Su arte lo expresa en la maestría como elabora el relato corto, sus más de 300 cuentos son una escuela para aprender técnicas y juegos de frases y palabras. Por ejemplo: “Usted tiene un ejército de mediocridades seguido por la multitud de tontos. Como los mediocres y los tontos siempre son la inmensa mayoría, es imposible que se elija un gobierno inteligente”.
 
Es conocido que su vida se puede leer al través de sus cuentos, muchos de los cuales “transparentan los primeros síntomas de su enfermedad mental”. Y como ironía del destino, su existencia también fue como un cuento de terror: “Atacado por graves problemas nerviosos, síntomas de demencia y pánico… afectado de la mente, intenta matarse, luego de cuatro experimentos suicidas en los que utilizaba navajas de afeitar para degollarse, lo internan en una clínica parisina y fallece”. Maupassant tenía 42 años cuando la muerte, de manos de la locura, decidió llevarse al genio.

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