Los Ángeles.- A pesar de que muchos no lo quieran creer, Yasiel Puig es un ser humano como cualquier otro, alguien que siente y que no deja pasar la oportunidad de generar felicidad en otros.
Así como los fanáticos de los Dodgers de Los Ángeles deliraron con sus batazos desde el día de su arribo a la Gran Carpa, el cubano se encargó de devolverle un poco más a la comunidad angelina de una forma más personal.
El lunes el toletero fue el anfitrión de 50 niños de entre nueve y 12 años, quienes cumplieron el doble sueño de jugar pelota con un ídolo y de hacerlo nada menos que en el mítico Chávez Ravine.
«Me siento muy contento de haber compartido esto con los muchachitos ya que ellos se sienten contentos y me hicieron el día feliz a mi también», dijo.
El jardinero había conocido a los pequeños miembros del equipo Northeast Los Angeles Little League hace alrededor de tres semanas, cuando su primo Ramón Delgado los había descubierto jugando en un parque cerca del estadio. Allí Puig los visitó por sorpresa, y les prometió un nuevo encuentro.
Fue así que los niños se congregaron en el estadio y recibieron una práctica de bateo personalizada, con Puig haciendo su mejor imitación en la lomita.
El de Cienfuegos les dio su apoyo a todos los bateadores, los inspiró a correr las bases y hasta cazó a algún corredor tratando de robarse el plato.
«Verles que ellos se divierten y que están en el terreno de los Dodgers de Los Ángeles», fue lo que más le agradó. «Vamos a seguir ayudándolos con otros compañeros y vamos a hacer otras actividades para ellos y para que se sientan contentos todos los días».
El guardabosque mostró su lado más vulnerable, aunque no fue muy diferente a su manera de desenvolverse en el terreno. Se lo vio realmente feliz y entretenido, bromeando como un niño más.
Tan distendido se lo notó que no dudó en reírse de sí mismo y de la reputación que se ganó de ser un bateador ansioso.
Fue así que a uno de los chicos que se lo notaba impaciente en el plato, le sugirió que se calmara y que «no fuera como Puig».
«Ya había jugado con él, golpea muy bien la pelota y se sintió un poco presionado como yo y entusiasmado y le quiso tirar a todo», contó. «Por eso le dije que se relajara y así bateó un buen batazo como la otra vez que había jugado con él».
Puig confesó que la idea de traerlos al parque surgió por la conexión que sintió con ellos desde el principio. «Ellos mismos me dieron alegría el día que los conocí y se divirtieron», dijo. «Estoy muy contento por los coach y los padres que pudieron traerlos aquí para sentirme encariñado con los muchachitos».
Luego de divertirse en el terreno, el cubano los llevó a recorrer las instalaciones del club, pasando además por el camerino. También les dio una clínica de bateo en la jaula aledaña al dugout.
Los niños también recibieron gorras y playeras, aunque el mayor regalo fue la experiencia, y en ese sentido lo que Puig les brindó realmente no tiene precio.
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