El reconocimiento mundial del instinto natural del hombre de migrar en busca de mejores condiciones de vida se sustenta en la vida original del hombre cuando las sociedades humanas viajaban en busca de mejores pastos y condiciones naturales para el desempeño de los seres vivientes, porque también tomaban en cuenta el hábitat propicio para la cría y posteriormente, para la agricultura.
Migrar es un derecho inalienable del ser humano, más que un derecho se torna en una obligación por muchos sacrificios que encierra, porque hay que emigrar para valorar lo que significa apartarse de su núcleo familiar por tiempo indefinido, cuando la naturaleza humana se centra en la construcción de la familia al amparo de los padres.
La declaración del Día del Dominicano Ausente fue una sabia decisión de las autoridades de entonces para motivar la contribución de divisas que de manera imprevista beneficio al país dada la dependencia cuestionada de la familia en espera de la remesa mensual que el emigrante dominicano envía religiosamente a la familia que dejó en la patria, reconociendo así los significativos aporte de la creciente diáspora dominicana en los Estados Unidos.
Posteriormente, el Congreso Nacional declaró el día 20 de diciembre de cada año como “Día del Dominicano que Reside en el Exterior”. Son innegables los valiosos aportes al desarrollo socioeconómico del país que realiza permanentemente la comunidad de dominicanos residentes en el extranjero.
Por tal motivo del 20 al 31 del mes de diciembre, las autoridades dominicanas preparan un programa de recibimiento llamado “Navidades Dominicanas”, que dispone tratamiento especial a los dominicanos que vienen de vacaciones navideñas reconociéndoles sumas exentas de tasas aduanales, ambiente festivo con música en vivo con el aeropuerto de escenario a la salida de los pasajeros; y múltiples actividades de fiestas en espacios abiertos y centros de diversiones con el objeto de crear esos ambientes de fiestas encontrados solamente en esta tierra dominicana.
Al transcurrir del tiempo son innegables los valiosos aportes al desarrollo socioeconómico del país que realiza permanentemente la comunidad de dominicanos residentes en el extranjero y la importancia que el capital dominicano ha adquirido en sociedades como la de Nueva York en la que por citar, son dueños de los supermercados y colmados establecidos en las arterias comerciales de la isla de Manhattan y zonas aledañas, además de su participación en el transporte de pasajeros al incursionar en las empresas de Taxis que operan en esa ciudad.
El envío de más de cuatro mil millones de divisas que nutren la economía dominicana, contribuyendo con la estabilidad del mercado cambiario, es una muestra tan elocuente que justifica una serie de medidas que han sido tomadas en reconocimiento de los dominicanos que viven en el exterior, para que al regreso de vacaciones o de retirada sientan en el calor de los dominicanos, nuestro agradecimiento y valoración a sus aportes que nos benefician a todos los dominicanos que residimos en la media isla.
El valor de la migración del ser humano se hace tan evidente que los 132 Estados Miembros que participaron en el Diálogo de alto nivel sobre la migración internacional y el desarrollo, que llevó a cabo la Asamblea General los días 14 y 15 de septiembre de 2006, reafirmaron varios mensajes esenciales. En primer lugar, que “la migración internacional es un fenómeno en aumento que puede contribuir de forma positiva al desarrollo de los países de origen y los países de destino, siempre y cuando se respalde con políticas adecuadas”.
En segundo lugar, que “el respeto de los derechos y las libertades fundamentales de todos los migrantes es fundamental para cosechar los beneficios de estas migraciones”, y finalmente, que “es necesario fortalecer la cooperación internacional en materia de migración internacional a nivel bilateral, regional y global”.
En este mes de diciembre, queremos reconocer los valores y sacrificios que viven los dominicanos que las circunstancias sociales y económicas les obligan a abandonar el seno de la familia, a apartarse de sus hijos en la etapa que más les necesita, pero ante la disyuntiva de dar cariño en precariedades, las necesidades obligan a abandonar el país para mejorar la calidad de vida de esa familia de la que son responsables al formarlas.
Reconociendo que todavía hacen falta condiciones de reconocimiento y apoyo al dominicano del exterior, hemos presentado iniciativas que beneficien a la diáspora dominicana en justo reconocimiento, y más aún, en obligado apoyo a sus gestiones como proveedor del hogar a distancia, para que su dura vida de emigrante sea más llevadera, y sus resultados más efectivos en el mejoramiento de la calidad de vida de sus seres queridos dejados en la República.
