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Las mejores anécdotas del Mundial de 1934

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De acuerdo a lo establecido durante la creación de los mundiales de futbol por la FIFA, después del inicial otorgado a una nación del continente americano, le correspondía el turno a una del continente europeo. En 1932, se resolvió entregar a Italia la celebración del II Campeonato Mundial en 1934. Los italianos recibieron la noticia con gran alegría y se prepararon para organizar un evento que superara lo hecho por Uruguay cuatro años antes.
 
El fascismo no se consideraba todavía como una amenaza palpable, por lo que la nominación de Italia no provocó demasiadas resistencias. Sin embargo, para un hombre como el Duce italiano Benito Mussolini, el Mundial representaba una gran oportunidad de ganar publicidad, llevando su nombre y el de su país a todos los rincones del mundo.
 
Se dice que el Duce no gustaba del fútbol ni entendía gran cosa de él, pero a partir de esos momentos, se convirtió en un “tifoso” fanático. Formó de inmediato un comité que presidía el General Giorgio Vaccaro, gran aficionado de la Lazio. La política comenzaba a formar parte del mundial.
 
A diferencia de cuatro años antes, en esta ocasión la FIFA recibió 33 inscripciones de países deseosos de participar en el mundial. Como dicha cifra doblaba el número de selecciones previstas para la justa (16), se resolvió realizar una ronda eliminatoria previa, de la cual, curiosamente, no estuvieron exentos ni siquiera los anfitriones. A pesar de que el triunfo italiano sobre Grecia fue cómodo (4-0), fue la primera y única vez que se corrió el riesgo de que un Mundial se disputara sin la presencia de los locales.
 
El equipo mexicano tuvo que disputar su eliminatoria contra Estados Unidos. El Duce Mussolini, que llevaba el nombre de Benito por la admiración que su padre sentía por el prócer mexicano Benito Juárez y que quería atraerse la amistad de los norteamericanos, invitó a ambos equipos a dirimir la eliminatoria en Roma el 24 de mayo, tres días antes del inicio del Mundial. El partido fue ganado por los estadounidenses por 4-2.
 
Una selección mexicana sin organización, dirigida por el mundialista en 1930, Rafael Garza Gutiérrez, “récord”, quedó fuera así de la posibilidad de disputar su segundo Mundial. Las circunstancias del luego llamado “el misterio de Roma”, incluyen entre otras cosas, descuido en la alimentación de los seleccionados durante el viaje en barco a Europa y diferencias entre los jugadores, al tener un grupo que llevaba suficiente dinero propio y que podía gastar a su gusto y los demás, de clase humilde, que no fueron debidamente apoyados y atendidos por los dirigentes.
 
Esas diferencias sociales y económicas se acentuaron en Roma, donde un grupo paseaba y comía en lugares selectos, mientras el otro se tenía que conformar con lo indispensable. Así pues, con una deficiente preparación física y un equipo desunido moralmente, el resultado no fue para nada sorpresivo.
 
Para este Mundial, se tomó el formato de copa, es decir, eliminación directa partiendo desde los octavos de final, cuartos de final, semifinal y final, estableciéndose igualmente un partido para definir al tercer y cuarto lugar.
 
La justa prometía un buen nivel, a pesar de la ausencia del campeón vigente, Uruguay, ya que se encontraban aún molestos por el desaire que la mayoría de los países europeos habían hecho a su Mundial y se negaron a participar.
 
El subcampeón de 1930, Argentina, concurría con un equipo de segunda línea, mientras que Brasil todavía no encontraba un equipo que pudiera mostrar la calidad de su fútbol.
 
En este Mundial se establecieron en los estadios italianos lugares especiales para la prensa, la “tribuna stampa”, donde los reporteros de los diversos diarios del mundo hacían sus crónicas de los partidos, Todo escrito en libretas, nada de máquinas o monitores. El mundial en otros tiempos.
 
En Florencia, el duelo esperado de semifinales: Italia se enfrentaría a la poderosa selección española. En el primer juego, la dureza empleada por los italianos, no pudo ser controlada por el árbitro. Después del tiempo regular y los extras, el empate a un gol, sin la opción de los penales, obligó a un juego de desempate al día siguiente, donde España, sin 7 titulares e Italia sin 5, dieron vida a otro durísimo juego, en el que los italianos se impusieron por 1-0, con otro pésimo arbitraje, dejando fuera a los españoles.
 
Un caso curioso fue  el de Luis Monti, argentino de padre italiano, ya que es el único jugador que ha participado en dos finales de copa del mundo con equipos diferentes. Triste también su destino, ya que se cuenta que en Uruguay 1930 jugó amenazado de muerte si Argentina ganaba a Uruguay y en Italia, amenazado de muerte si Italia no era campeón.
 
Antes del inicio del juego, se realizó una ceremonia para saludar a los tres países que ocuparían los primeros puestos en el mundial. Así, en el césped del estadio se alinearon, desde la izquierda, Checoslovaquia, Italia y Alemania. La bandera italiana ostentaba el escudo de la Casa de Saboya, mientras que por el lado alemán, ondean dos banderas, una, la del Reich Alemán con los colores negro, blanco y rojo y otra, la bandera del Partido Nacionalsocialista.
 
Esa ocasión fue la primera de tres veces en la historia de los mundiales en que un portero recibe la Copa del mundo, Combi. Pasarían 48 años para que lo imitara otro italiano, Dino Zoff y 28 años más para que llegara el tercero, el español Iker Casillas. Y, hasta ahora, ha sido la única ocasión en que dos porteros han coincidido como capitanes en la final de un mundial. Dato curioso: el portero italiano jugaba con los pantaloncillos detenidos por un cinturón de cuero color blanco y con una hebilla metálica.
 
Italia fue el campeón de su propio Mundial. Se había cumplido el objetivo, el deportivo y el político. Esos jugadores salvaron la vida al ganar ese partido. Jules Rimet, con un suspiro de alivio, pudo entregar la Copa al capitán Combi. Mientras tanto, un grupo de militares le brindaba al Duce una enorme copa de bronce que tenía la propia imagen de Mussolini y donde se leía “L’Italia vince”. El fascismo había encontrado un medio idóneo para promover las bondades de su régimen.
 
Al igual que en Uruguay 1930, cupo a los subcampeones del torneo el honor de contar entre sus filas con el goleador del mundial. En 1934, fue el checoslovaco Oldrich Nejedly con cinco goles. Originalmente, solo se le habían reconocido cuatro goles, lo que lo empataba en el primer lugar del goleo del mundial con el alemán Edmund Conen y el italiano Angelo Schiavio, sin embargo, en noviembre de 2006 le fueron reconocidos oficialmente cinco goles.

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