Muchos decenios de luchas han caracterizado el andar de la clase obrera y sus reivindicaciones han costado “sangre, sudor y lágrimas”.
Por eso la sociedad dominicana vuelve su mirada, con mucha impaciencia y desconcierto hacia la reforma laboral propuesta. De un código presentado ante los ojos de América y del mundo como un modelo, ahora se intentan tirar por la borda esos logros alcanzados, para aprobar otro, en el cual las jornadas laborales pasen de 44 a 48 horas semanales; se reduzca el pago de horas extras; y, además, limitar las cesantías hasta 4.5 salarios mínimos solo por tres años, sin importar el tiempo laborado.
La pregunta es ¿nada a favor del trabajador se refleja en esta propuesta de modificaciones al Código del Trabajo?
Los argumentos se basan en el crecimiento de los empleos informales en detrimento del sector formal; pero, en realidad las consecuencias no se justifican en el sentido de que “la economía es la que provoca el crecimiento o decrecimiento del empleo y no la legislación laboral”.
Hay que prestar mucha atención al curso de estas intenciones y seguir de cerca las discusiones, pues en el decir popular “la soga se parte siempre por lo más débil”; no es de extrañar que aunque estas modificaciones o cambios resultan arbitrarias y antagónicas, sean finalmente aprobadas por quienes tienen el poder; mientras que el trabajador será quien sufra en carnes propias sus consecuencias.
Reivindicaciones o retrocesos
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