Este fin de semana, la capital dominicana se sumó a lo que constituye uno de los actos más nobles e imprescindibles de estos tiempos: “La Hora del Planeta”, iniciativa de la World Wide Fund For Nature (WWF), integrada por 155 países y 8 mil ciudades en todo el mundo, que busca multiplicar la conciencia sobre la necesidad de reducir las emisiones contaminantes. Pero, más allá de ese tiempo, que aquí mantuvo las luces del Palacio Nacional apagadas, desde las 8:30 hasta las 9:30 de la noche de este sábado, y también el histórico Alcázar de Colón, el gesto significa, como lo han denominado ya “un acto de esperanza”, de compromiso con un futuro incierto, del cual somos responsables hombres y mujeres que habitamos esta hermosa y dañada tierra.
Más de siete mil ciudades y 160 países de todo el globo terráqueo formaron parte este año de la «masiva celebración»; individuos, gobiernos, instituciones y empresas se unieron en este gesto de reflexión y toma de conciencia hacia esas emisiones nocivas que el planeta recibe día a día.
Seguramente, desde lo más alto de las estrellas, el espectáculo resultó maravilloso e imponente, cuando grandes torres y edificios gigantescos quedaron a oscuras, y luces, dispositivos electrónicos, internet y redes sociales fueron desconectados.
Sí, la Hora del Planeta se cumplió como jornada mundial a favor del medio ambiente, que pretende reducir las emisiones tóxicas. Pero, la necesidad de llevar a cabo cambios en la tierra, que involucran todas las actividades cotidianas: apagar luces innecesarias, administrar el agua o elevar un par de grados la temperatura del aire acondicionado para ayudar a la preservación del Planeta.
República Dominicana se suma a este importante hecho y como el resto de las naciones debe seguir…, porque la madre tierra no aguanta más desafueros y aun le está dando oportunidad a esta especie que colma sus espacios y la daña indiscriminadamente.
No se trata de una hora
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
Story
Page