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Rumbo a la Copa del Mundo

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Brasil 2014: un Mundial de preocupaciones
La seguridad es un tema central y por eso el gobierno brasileño ya diagramó un operativo con 180 mil agentes, récord para una Copa del Mundo. En Sudáfrica 2010 hubo 140 mil.
 
Centro Integrado de Comando de Control de Belo Horizonte. Miembros de la Policía Militar y de otras fuerzas de seguridad revisan las múltiples pantallas que entregan las 1.300 cámaras que vigilan la ciudad desde el Aeropuerto hasta las afueras de la capital de Minas Gerais. Ya está funcionando y por ahora todo parece ser una gran prueba. Desde allí, 36 órganos de seguridad controlarán cada movimiento de la Selección, que eligió el Cidade do Galo, campo de entrenamiento del Atlético Mineiro, para pasar sus días en Brasil. Pero el seguimiento de Lionel Messi y compañía no es lo que más preocupa a las autoridades locales para la Copa del Mundo. Brasil teme por amenazas relacionadas a la seguridad, con foco en las manifestaciones que ya se produjeron durante la Copa de las Confederaciones y la inseguridad que azota a las grandes ciudades. Pero para no pasar sobresaltos, el Gobierno tiene listo un operativo que movilizará a 180 mil agentes de la seguridad, récord para una Copa del Mundo, superando los 140 mil de Sudáfrica 2010.
 
Serán 100 mil integrantes de la Policía Federal, Militar y Civil, más 24 mil hombres de seguridad privada y unas 57 mil unidades de las Fuerzas Armadas. La mayoría de ellos pasó por un entrenamiento especial y algunos manejarán varios de los equipamientos adquiridos por el gobierno local, que incluye, entre otras cosas, lanzadores de misiles de fabricación sueca y trajes especializados inspirados en el personaje Darth Vader, el villano de la zaga hollywoodense La Guerra de las Galaxias. Con todo eso pondrán en práctica los planes antiterrorismo.
 
Pero parece difícil imaginar que uno de esos lanza misiles pueda ser utilizado en otras cuestiones, como la de dispersar manifestaciones. Ese es uno de los temas que más inquieta, el de las movilizaciones que el año pasado reunieron a más de un millón de personas, en su mayoría jóvenes, por las principales ciudades del país y que amenazan con repetirse. Por entonces, la gente mezcló múltiples reclamos contra el gobierno de Dilma Rousseff, aprovechando la realización de la Copa de las Confederaciones para tener la atención necesaria. En su mayoría fueron protestas pacíficas. Pero en algunos sectores hubo momentos de tensión, varios detenidos y cientos de heridos. Todo eso les sirvió de aviso a las autoridades locales: en Brasil, no todos quieren la Copa.
 
En los últimos meses, las manifestaciones siguieron, ahora sí, con foco en el Mundial. Decrecieron en cantidad de seguidores, pero aumentaron en violencia. Y San Pablo está empapelada con leyendas de “No van a tener Copa”. Esa es otra señal de preocupación.
 
Pero no todo el foco está puesto allí. Brasil también registra unos 53 mil homicidios por año y por eso, desde sectores opositores se critica con fuerza que la inversión de dos mil millones de reales que se destinaron a la seguridad del Mundial sea todo para la compra de armamentos y el entrenamiento de hombres y casi nada para investigación y pericia. El legado, tras la Copa, es otro tema. “Tenemos la violencia del día a día que preocupa a la población y vamos a proteger a nuestra gente y a los que vengan al Mundial”, aseguró el ministro de Deportes, Aldo Rebelo.
 
La presencia de violentos visitantes, claro, también está en los planes de las autoridades. Saben que desde Argentina viajarán los barras que ya son conocidos en el país vecino. Dicen también estar preparados. Pero no los quieren ni cerca. Rebelo le dijo a Clarín: “Tenemos un plan para que los violentos no lleguen a la Copa. Queremos que la policía de los países amigos se quede con ellos en sus propios aeropuertos”.
 
Así debería ser. Así lo quiere Brasil. Pero desde Argentina no llegan las respuestas que buscan. Las barras agrupadas en Hinchadas Unidas Argentinas presentaron ante la Justicia un amparo para que el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner no envíe información con los nombres y antecedentes de los violentos que piensan viajar. Y la Justicia le dio la derecha a esta agrupación que cuenta con más de 600 integrantes. ¿Es definitiva esa medida? Podría no serla. Pero el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, ya anunció que no se apelará esa decisión de la jueza Cecilia Gilardi Madariaga de Negre.
 
Agotado el plan A, en Brasil piensan en el B. “Si no es posible que los retengan en Argentina, nuestra policía intentará retenerlos cuando lleguen al país. Y si es posible, se los devolverá a su tierra”, dijo Rebelo. Estará Interpol en el medio y habrá efectivos de la Policía Federal asesorando a las fuerzas que cuiden de la seguridad en el Mundial. Serán los cuatro que mandará cada país, más otro grupo que estará muy cerca de los barras.
 
Brasil teme porque será el centro de atención durante un mes. Pero aunque no se ve del todo listo en cuestiones de infraestructura, parece estar preparado en temas de seguridad.
 
Siguen los atrasos en las obras
 
Las preocupaciones de la FIFA no parecen ser las mismas que las de Brasil. O por lo menos, no en igual medida. El máximo organismo del fútbol mundial tiene los ojos puestos en una cuestión clave a menos de dos meses del Mundial: los estadios. Pero los anfitriones dicen que todo está bien.
 
El martes, la constructora a cargo del Arena de San Pablo, el estadio del Corinthians donde se disputará el partido inaugural entre Brasil y Croacia, le entregó el estadio al club dueño de las inversiones. Pero lo hizo con sectores sin terminar en el techo y sin parte de revestimientos dentro y fuera de las instalaciones. Se veía venir. Dos días antes del plazo que tenía la constructora brasileña para entregar el gigante de cemento, el panorama no parecía muy alentador.
 
Pese a eso, desde la organización se indicó que sólo faltan los palcos móviles solventados por los sponsors. Y la vicealcaldesa de San Pablo, Nadia Campeao, dijo que las obras allí están “terminadas en un 98 o 99 por ciento”. La imagen demostraba otra situación.
 
Ahora, el Corinthians deberá comenzar con las pruebas con progresiva cantidad de hinchas en las tribunas hasta llegar a tope, se estima, en el partido del 18 de mayo entre el local y el Figueirense. Mientras, el club tendrá que hacerse cargo de la instalación de las tribunas y las estructuras adicionales, de carácter temporal, que piden Blatter y Cía., y el gobierno local tendrá que terminar las obras en los alrededores, pactadas para el final de abril. Las autoridades dicen que no hay nada que temer, pero el secretario de la FIFA, Jerome Valcke, se dará otra vuelta para constatar si todo está mejor que hace unos días, cuando él mismo avisó que Brasil todavía no estaba preparado para el Mundial.
 
Pero San Pablo no es la única preocupación. Cuiabá y Curitiba también están en la mira. Allí, a diferencia del Arena Corinthians, los atrasos no fueron por accidentes (en San Pablo murieron tres operarios). Las obras comenzaron tarde por cuestiones burocráticas y en varias oportunidades sufrieron paralizaciones de los obreros y cuestionamientos de sectores de la oposición por irregularidades en el presupuesto destinado a las obras. Curitiba recibió la amenaza de ser excluida como sede y eso aceleró los trabajos.
 
Una situación más compleja es la de los aeropuertos de las 12 ciudades sede de la Copa. La mayoría están en obra y algunos de ellos, aunque igual están en funcionamiento, no llegarán a estar listos para recibir a los hinchas que se acerquen a ver el Mundial. La presidenta Dilma Rousseff lo sabe, pero para ella ese no es un problema. “Las obras atienden rigurosamente a la Copa del Mundo, pero no son para la Copa, son para el pueblo de este país”, aseguró, minimizando los atrasos.

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