En República Dominicana la vida de los peatones está en constante peligro, no solo por el riesgo de ser atropellados por un vehículo, sino también porque muchos negocios se han apoderado de las aceras al punto de convertirla en una extensión de su propiedad privada.
En algunos sectores de la capital estas áreas constituyen sitios principales de los colmadones, usados para disfrutar de unos tragos y hasta para bailar, obligando a los transeúntes a tirarse a las calles.
También los vendedores de frituras instalan sus equipos de trabajo en medio de las partes reservadas para los caminantes, sin importar lo que pueda pasar. Todo esto ante la mirada de las autoridades responsables de regularizar esta situación.
Asimismo, los talleres de mecánica exhiben la mayor parte de sus mercancías en las aceras y otros más desconsiderados hasta arreglan los vehículos en ellas, los cuales permanecen por varios días desarmados.
Este panorama se observa en la calle Juan Erazo, del sector de Villa Juana, donde parece normal que los transeúntes caminen por las calles, mientras los comerciantes se adueñan de la otra parte de la vía.
Ramón Brito, vecino del lugar, comentó que el descaro de los negociantes es tal, que algunos han construido escaleras en medio de las aceras para acceder al segundo nivel de su negocio.
Igual situación ocurre en la avenida Máximo Gómez con Nicolás de Ovando, donde los vendedores, en su mayoría haitianos, han obstruido totalmente el paso de los caminantes, ocasionando prolongados entaponamientos y provocando una guerra con los choferes de las rutas de carros.
En esa intercepción se venden los más variados productos y artículos como gafas, comidas, frituras, vegetales y bisuterías. Quienes llevan la de perder son las personas mayores, pues debido a su condición física no pueden caminar por las aceras abarrotadas de mercancías, ni tampoco hacerlo por las calles, ya que su poca movilidad les convierte en víctimas seguras de accidentes de tránsito.
En ese sentido, Bienvenido Toribio, de 55 años, quien cruza a diario por la Ovando, narra que en dos ocasiones estuvo a punto de ser atropellado por un carro público, ya que trataba de evitar los productos que les obstaculizaban el paso.
“Desde ese momento no bajo a la calle, así que ahora son los vendedores los que tienen que cuidar sus mercancías. Ese susto me hizo exigir mi derecho a caminar por las aceras”, narró Toribio.
En reiteradas ocasiones y de forma violenta el Ayuntamiento del Distrito Nacional (ADN), ha desalojado a los vendedores y limpiado la zona, pero al poco tiempo vuelven a ocuparla.
La otra cara
En tanto, la Defensora del Pueblo, Zoila Martínez Guante, reclamó recientemente al ADN que trate con respeto y consideración a los vendedores ambulantes, que suelen ganarse honradamente el sustento de sus familias vendiendo chucherías en las calles.
La funcionaria sostuvo que el alcalde del Distrito Nacional, Roberto Salcedo, debe instruir al personal para que no se lleven las frutas, mesas, carretillas y triciclos cuando realizan desalojos a los vendedores en cualquier espacio público de la capital.
La Defensora del Pueblo entiende que por sentido de lógica y solidaridad debe darse un plazo de 48 horas para que se retiren del lugar, ya que muchos de los fruteros tienen cajas donde depositan sus desechos.
Sin embargo, la mejor solución para que ni los peatones ni vendedores salgan perjudicados es construir kioscos, donde puedan exhibir sus mercancías sin sufrir atropellos de las autoridades, pero también sin causarles inconveniente a los transeúntes.