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De mi Bitácora: Las naos españolas en la carrera de Las Indias

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En la paz de la edad de la presencia en la mente de lo percibido en singladuras pasadas mirando el firmamento iluminado, planetas y constelaciones; sublime perfecta creación de Dios. Abro mi bitácora: Mi maestro Jhon Pércival, capitán de los océanos, ya en el retiro eterno está presente como cuando navegábamos en el buque de carga y pasajeros «Nuevo Dominicano II». Primer viaje, 27 de noviembre del 1952, en la ruta desde la Novia del Atlántico, en la sombra de Isabel de Torres hacia el Puerto de Nueva York. El Capitán pendiente en la travesía frente al cabo Hateras siempre bravío y rumoroso y la recalada entre buques al  buque faro Bernegat donde subía a bordo el práctico y pasando frente a la bienvenida de la estatua de la libertad, se amarraban los cabos en el muelle 31 de Brooklyn.
 
Cuando el tiempo climático lo permitía yo leía la Antología Marinera escrita por José Gello Iturriaga. E de Castro y Bravo: Las naos españolas en la carrera de las Indias: El descubrimiento de América fue un hecho que produjo en Europa gran emoción; se había llegado a los legendarios países que descubriera Marco Polo. Después se supo  la equivocación sufrida. Se descubrió el océano pacífico, dieron Magallanes y Elcano la vuelta al mundo y se conocieron las cantidades fabulosas de oro y plata producidas por las minas de Méjico y Perú. Esto como no podía menos de ser, excitó la codicia de los necesitados reyes europeos. Los españoles quisieron guardar para ellos el tesoro descubierto, pero se divulgó la ruta, y extranjeros atacaron las naos cargadas de mercancías preciosas. Disputaron el comercio, que monopolizaban los mercaderes Sevillanos. Se impusieron las medidas defensivas: guardar las naos españolas de extranjeras codicias. Este fue el origen de las flotas para las indias.
 
Se establecieron cuatro flotas, dos a Nueva España y otras dos a tierra firme y a Santo Domingo, con sus respectivas naos armadas, capitana y almirante.
 
La navegación más importante y antigua entre España y América, es la que llamaban «La carrera de las Indias». Se dividía en dos, una ruta que iba a Nueva España y otra que se dirigía a tierra firme. La derrota de las flotas que seguían era distinta desde Sanlucar hasta las islas del Mar del Norte.
 
En fin el objeto de las flotas era ofrecer máximas garantías de seguridad, los buques prestados por los mercaderes marchaban unidos en conserva, bajo la custodia de las grandes naos bien armadas que debían defenderlos de todo ataque enemigo.
 
En aquellos tiempos en la mar se habla, rogando a Dios. Me permito del Devocionario entregar:
 
AVE MARIS STELLA
Ave, preciosa María,
que se debe interpretar
Tramontona de la mar
que a los mareantes guía.
 
Ave, tu, señora mía,
exenta de aquel pecado
que el mundo ha contaminado;
¡Ave resplandor del día!
Fernández de Guzmán. El Ave María Trovada.

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