Miami. Florida, 1950
Esta bella ciudad es el detonante de mis ansias. Conocer el mundo que se presenta ante las inquietudes que nacieron en la Biblioteca Municipal de mi siempre presente Macorís del río Higuamo, en el verano de 1944: Leer, aprender.
Esa tarde caminando hacia el parque Byscaine, donde leo las revistas carteles y Bohemia, leí un letrero en un edificio: Asociación de Jóvenes Católicos. Apuré los pasos, no me detuve, entré y sentí alegría. Jóvenes leyendo. Silencio, nadie me mira. Me senté y en una mesa abro un libro. En la primera página leo: El dinero puede comprar. Al leer, me dije, esto lo copio. Después de 64 veranos me impulso a entregar:
El dinero puede comprar:
Una cama, pero no sueño.
Libros, pero no inteligencia.
Comida, pero no apetito.
Una casa, pero no un hogar.
Medicina, pero no salud.
Lujo, pero no cultura.
Entretenimiento, pero no felicidad.
Una buena vida, pero no vida eterna.
Un pasaporte para ir donde quiera, pero no al cielo.
Leyendo a Norman Vicent Peale: No hay nada malo en poseer dinero a menos que el dinero lo posea a usted.
P.T. Barnun: El dinero en algunos aspectos, como el fuego: excelente como siervo, pero terrible como patrón.
Yo, en las singladuras de la aceptación y oxidación soy millonario al no tener nada y no necesitar nada.
El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana.
De mi bitácora: Del dinero
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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