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Cómo un niño de 13 años se prepara para combatir con Estado Islámico

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En una estrecha sala en el sur de Turquía, un niño de 13 años entrena para unirse a Estado Islámico. Al invitarnos a entrar parece un niño común y corriente, feliz: pelo ondulado, sonrisa radiante y un suéter gris con capucha.
 
Pero  antes de sentarnos a hablar, se cambia de ropa y vuelve con la cara cubierta con  un pasamontañas, vestido de camuflaje y pide que lo llamen «Abu Hattab».
 
Nacido en Siria, se radicalizó el año pasado, al unirse al grupo yihadista Sham al Islam.
 
«Decapítenlos»
Tuvo lecciones de Sharía (ley islámica) y aprendió cómo usar armas. Nos muestra, orgulloso, fotos junto a armas automáticas.
 
Actualmente pasa su tiempo conectado a internet, viendo videos yihadistas y hablando por el chat de Facebook con militantes del grupo autodenominado Estado Islámico, que controla partes de Irak y Siria.
 
En algunos días, nos cuenta, irá a una de las posiciones fuertes del grupo en Raqqa, Siria, para convertirse en un joven soldado de la yihad.
 
«Me gusta Estado Islámico porque siguen la Sharía y matan a los infieles, a los no sunitas y a quienes dejaron el islam», dice.
 
«La gente matada por Estado Islámico son agentes estadounidenses. Debemos decapitarlos, como dice Alá en el Corán».
 
Le pregunto si les dijo a sus interlocutores de Facebook la edad que tiene.»Al principio, no», cuenta.»Pero recientemente les conté, y ahora me contactan incluso más, me mandan fotos y noticias».
 
Pero por qué no disfrutar de su niñez, le pregunto.
«No quiero salir con amigos o pasarlo bien. Alá nos ordenó trabajar y pelear por la vida que sigue, por el paraíso».
 
«Antes iba al parque o a la playa, pero me di cuenta de que estaba mal y ahora tomé el camino correcto».
 
«Poderes malignos»
Su familia ahora vive en Turquía. ¿Podría el niño preparar un ataque acá o en Reino Unido, por ejemplo?
 
«Reino Unido debería ser atacado, porque pertenece a la OTAN y está contra Estado Islámico», dice. «Pero sólo mataríamos a quienes se lo merezcan. Si me piden atacar Turquía y me dan una orden sagrada, lo haría. Pronto será el fin de Occidente».
 
En casa, él y su madre, quien se hace llamar Fátima, llevan una vida devota.
 
Ella pasa bastante tiempo estudiando el Corán y admite que simpatiza fuertemente con los militantes de EI.
 
El año pasado envió a su hijo a un entrenamiento con Sham al Islam. Sin embargo niega que le esté lavando el cerebro.
 
«Nunca lo impulsé a unirse a Estado Islámico», insiste.
 
«Apoyo algunas de sus creencias, pero otras no. Igual pienso que vinieron a ayudar al pueblo sirio, a diferencia de los poderes malignos que hay en el mundo».
 
«Futuro líder»
Si no lo está impulsando, ¿qué está haciendo para evitar que su hijo pierda su infancia en manos de la extrema violencia?, le pregunto.
 
«No puedo evitar que quiera pelear», asegura. «La guerra hace que los niños crezcan rápido. Quiero que se convierta en un futuro líder, en un emir».
 
Su voz crece en intensidad, sus ojos se achican de rabia debajo del pañuelo que utiliza para cubrir su cara.
 
«No me daría pena que matara occidentales. Me da vergüenza que mis otros hijos estén trabajando pacíficamente para grupos de la sociedad civil, deberían alzarse en armas».
 
¿Cómo se sentiría si muere por Estado Islámico?

Hace una pausa. «Estaría tan feliz», me responde. Y se pone a llorar.
 
US$100 mensuales
Estado Islámico está ampliamente reclutando niños, según un reporte de Naciones Unidas dado a conocer el mes pasado.
 
Un video subido a internet, llamado «cachorros de Estado Islámico», parece mostrar un batallón de niños vestidos en uniformes militares, con armas y junto a una bandera de EI.
 
Otros grupos yihadistas también están usando niños soldados. La organización Human Rights Watch reportó recientemente que los niños son utilizados como francotiradores y en ataques suicidas.
 
En Gaziantep, ciudad del sur de Turquía, nos encontramos con un activista social cuyos dos hermanos menores –de 13 y 15 años– cayeron en el reclutamiento realizado por Jabat al Nusra, el brazo de al Qaeda en Siria.
 
Mohamed, 21, me muestra un video de su hermano menor disparando artillería pesada con un grupo de combatientes.
 
En otras fotos, posa para la cámara con un arma automática.
 
«Traté de detener a mis hermanos para que no se unieran a al Nusra, pero no les importó lo que yo sentía», dice.
 
«Deberían estar en la escuela. Al Nusra les ofrece US$100 mensuales por pelear con ellos. Y los llevan a un campo de entrenamiento en armas. Les arrebatan su niñez».
 
Ambos hermanos fueron recientemente capturados por Estado Islámico. Mohamed teme que pronto se pasen de al Nusra a Estado Islámico.
 
«Solía pasarlo muy bien con el menor en casa. Pero entonces cambié. Cuando le dije que al Nusra terminaría por destruir nuestro país me dijo: ‘Cállate o te mato'».
 
«Me despedí de ambos cuando se unieron a al Nusra. Pensé: ‘No los veré nunca más. Estoy seguro de que lo próximo que sepa de ellos es que están muertos».
 
La guerra civil en Siria está afectando los años formativos de toda una generación.
 
Y los militantes están aprovechando la oportunidad para utilizar a los niños como armas de guerra.
 
Dejo la casa de «Abu Hattab» y le pregunto a su madre qué quería que fuera su hijo de 13 años cuando era pequeño.
Sonríe. «Piloto», responde.

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