Desde inicios de 2015, el país se desenvuelve en situaciones difíciles relacionadas con la justicia y la criminalidad.
No se trata solo del juicio de Félix Bautista, cuyas pruebas van y vienen en el concepto jurídico de lo verdadero o falso, y la expectativa de qué es lo que está debajo de la “mesa de los conflictos” y quiénes más debían involucrarse en un proceso de tal envergadura. Se trata, además, de una confluencia de crímenes y sicariatos, que lamentablemente envuelven a políticos de diferentes partidos. Sin poder obviar el escándalo en la jefatura nacional de la Policía, denominado “caso Dican”, donde altos oficiales figuran como principales sospechosos de la sustracción de mil doscientos kilos de cocaína.
La opinión pública analiza la proximidad de la República Dominicana a México en estos hechos, y aunque sean menores las cantidades de víctimas, los métodos son muy parecidos y, lamentablemente, los resultados afectan, con secuelas múltiples, a las familias y al sistema en general.
La prensa no escapa a las amenazas y violencias. Los maltratos a quienes ejercen este noble oficio, cuando no están al servicio de intereses mezquinos, se han abierto paso en el acontecer nacional.
El primero y segundo mes del año avanza con un saldo preocupante de asesinatos, entre los que se cuentan los seis miembros de sindicatos choferiles; una señora ultimada por desconocidos en la zona del Cibao, cuyas señales apuntan a los denominados “ajustes de cuenta”; sin poder dejar de mencionar las cuatro mujeres asesinadas por sus parejas en el primer día de 2015.
De manera que la estabilidad social del país está en riesgo y el desafío principal es el de imponer un orden que permita, en lo interior, vivir en paz y seguridad y que desde afuera, quienes invierten o visitan turísticamente el territorio nacional no desestimen conocer una de las más bellas tierras de la región. ¡Qué pena que actos como estos intenten afearla!
